España solventó con una manita el primer partido de la fase de clasificación para la Eurocopa 2016. Cómoda victoria que se encarriló muy pronto con el penalti a lo Panenka transformado por Ramos. También marcaron Alcácer, Busquets, Silva y Pedro. Macedonia fue un convidado de piedra al que impresionaron los galones de la vigente campeona de Europa.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
Una macedonia de goles alivió el melancólico transitar de la selección española después del papelón en Brasil. Bien es cierto que el rival que tuvo enfrente este lunes fue un combinado muy débil que se encuentra en plena fase de reconstrucción y que carece de un proyecto futbolístico. Haciendo honor a su nombre, la selección de Macedonia fue un batiburrillo de ideas del que España supo nutrirse a partir de galones y condiciones técnicas netamente superiores. Llegaron cinco goles como cinco fresones, pero bien pudieron llegar muchos más (Fábregas culminó una bonita jugada colectiva en la segunda parte con un eléctrico remate al larguero). La superioridad fue absoluta, como no podía ser de otro modo, ciertamente.
La España de Del Bosque esta vez no se empachó y mantiene su imbatibilidad en partidos de fases de clasificación. Ha disputado 27, ha ganado 25 y solo ha empatado dos. Cifras que ilustran la solidez del combinado nacional en este tipo de encuentros, aunque los árboles de estos buenos números no nos deben impedir ver el bosque de las carencias que se manifestaron en el Mundial de Brasil o, sin ir más lejos, en el último amistoso. No conviene volver a la época de Javier Clemente, cuando se superaban sin problemas los clasificatorios y no se pasaba de cuartos en las grandes citas.
El abrumador peso de la experiencia
En una muestra de arbitrariedad, Del Bosque apostó por Casillas en la portería en vez de un De Gea al que le tocó retomar su rol de suplente para purgar así el pecado de haber encajado el gol de la derrota contra Francia. Del once titular en París solo repitieron cuatro jugadores: los tres centrocampistas -Koke, Busquets y Cesc-, además de Sergio Ramos. En su lugar formaron mundialistas como Juanfran, Albiol, Alba, Pedro y Silva, más la agradable presencia de Paco Alcácer como referencia ofensiva en su estreno oficial con La Roja, y ante sus paisanos, como titular. Lo que no agradó tanto fue la suplencia de Isco, revulsivo el pasado miércoles; eso sí, el marqués le dio carrete en la segunda parte, aunque por los pitos que se escucharon en un desangelado Ciutat de Valencia cuando entró en el lugar de un valenciano de Torrente como Alcácer, la decisión no agradó en exceso.
Cumpliendo con lo previsto, Macedonia fue una selección demasiado blanda y se erigió en un sparring demasiado asequible, más pendientes de la celebración del 20 aniversario de su afiliación en 1994 a FIFA y UEFA que de ofrecer una propuesta futbolística inquietante para los intereses españoles; no obstante, para la posteridad pasará el penalti transformado por Ibraimi, que ni olió Casillas al tirarse justo al lado contrario del lanzamiento. Fue la única cana al aire que realizó el convidado de piedra macedonio. Volvieron a tirar entre los tres palos más tarde, primero con un lanzamiento de falta y después con un mano a mano; en ambos casos, estuvo bien el guardameta español para sofocar el peligro. Después de no olerla en el gol macedonio, Casillas compensó su labor así que tampoco es plan lanzar las campanas al vuelo por este par de buenas intervenciones, a la altura de las que puede realizar cualquier arquero que se precie.
Una manita al optimismo
Cuando está a punto de cumplirse un trimestre desde la manita encajada contra la Holanda de Van Gaal en el primer partido disputado en el Mundial, España sigue tratando de cicatrizar esas heridas, curar su depresión y volver a brillar en el panorama futbolístico internacional como antaño siguiendo la estela del brillo desprendido por el trofeo de campeones de Europa que todavía luce en las vitrinas de la Federación. España es la vigente campeona continental, no conviene olvidarlo. El peso de ese entorchado y la calidad de nuestros jugadores sirvieron para liquidar por la vía rápida el trámite del primer partido clasificatorio para la Eurocopa de 2016. La selección española no estuvo de lunes en Valencia y a los 17 minutos ya había encarrilado el asunto; primero con un panenkazo de Sergio Ramos desde los once metros y después con un remate de primeras de Paco Alcácer que, como no podía ser de otra manera, estrenó su casillero goleador con La Roja con uno de sus característicos remates al primer toque. Quitando la empanada sufrida tras marcar el segundo gol y que sirvió a Macedonia para recortar distancias, el equipo estuvo a un buen nivel y los goles de Busquets, Silva y Pedro echaron una manita al optimismo de la parroquia, que ya era hora.
Los españoles tenemos motivos para estar contentos, sin presumir, después del partido jugado por nuestros compatriotas contra Macedonia. Goles al margen, la selección volvió a dar sensación de equipo y un poco de eso es mucho en un combinado tan necesitado de alegrías después de la depresión colectiva que dejó la prematura eliminación en Brasil. Eso ya ha quedado atrás y ahora todos los esfuerzos deben ir encaminados a sacar cuanto antes el billete para la próxima Eurocopa. Si algo de bueno tiene el cambio tranquilo impulsado por Del Bosque es que paulatinamente se irán asentando en el bloque diamantes en bruto como Koke, Paco Alcácer, Isco o Munir (que ya no podrá jugar con Marruecos tras haber disputado sus primeros minutos con España), al tiempo que campeones del mundo y Europa de la envergadura de Busquets, Sergio Ramos, Cesc Fábregas, Pedro y Silva siguen formando el eje de nuestro combinado. El problema no es de jugadores ni mucho menos; el problema es un seleccionador que apadrinó el ridículo mundialista a partir de una convocatoria francamente pusilánime. Si el cambio generacional viniera apadrinado por otro seleccionador, el futuro sería prometedor. Pero en este país llamado España somos tan dados a rizar el rizo que terminaremos cruzando los dedos para que suene la flauta en el europeo de dentro de un par de veranos. «Semos asín».