Victoria por la mínima (1-0) del Sevilla ante un más que incómodo Eibar, que sirve para sumar la duodécima victoria consecutiva en Nervión y volver a la quinta plaza
La costumbre, bendita costumbre del Sevilla que gana sus partidos como local este quien esté delante y juegue bien, regular o mal. Al final la victoria siempre se decanta para los de casa y los puntos que deja de sumar fuera los guarda como oro en paño en el templo impenetrable de Nervión. Solo así puede explicarse que un equipo que en marzo no ha ganado ni un solo partido fuera de casa, esté clasificado quinto por delante de Athletic y Celta, aunque a nueve puntos del Villarreal. La diferencia de hoy con la gran mayoría de partidos en el Ramón Sánchez-Pizjuán es que el Sevilla no jugó bien, nada bien. Estuvo incómodo ante un Eibar que probablemente sea el mejor equipo que ha pasado por este Estadio si agrupamos las dos últimas temporadas. Ya en la campaña anterior sacó un 0-0 ante un equipo que al igual que este año, lo ganaba todo en Sevilla. N’Zonzi, Cristóforo, Banega, todos han estado espesos, aunque no faltos de ganas ni intensidad. Especialmente errático el partido de Reyes y Banega, que casi todo lo que han hecho lo han hecho mal. El argentino porque habitualmente recibía el balón entre tres rivales, y el utrerano porque ya va camino de un retiro inevitable, al menos en el feudo rojiblanco.
En la primera parte no parecía que el partido se fuese a convertir en lo que vimos en la segunda. El Sevilla ante el poblado centro del campo eibarrés supo jugar por las bandas, más bien por una de ellas, donde aglutinó a N’Zonzi, Banega, Krohn Dehli y Trémoulinas. La calidad se agrupó en el costado y las llegadas por ahí eran continuas, y precisamente el lugar por donde llegó el gol de Fernando Llorente, que utilizó su cuerpo como mejor arma para aguantar de espaldas y empujarla al fondo de las mallas. El riojano hoy recordó por fin al del Athletic, salvando las distancias y con lo que su físico actual le permite. Cuando se atascó el equipo con la presión alta del Eibar, fue el faro al que agarrarse arriba. Por fin las ganó por alto, las ganó con el pecho y las ganó por bajo, jugó con sentido y dio las opciones que hoy no pudieron dar hombres como Banega. Fue afortunadamente la válvula de escape de un Sevilla que ya no supo explotar sus bandas en la segunda mitad.
Hubo bastante tensión el la grada y en el césped durante los segundos 45 minutos del partido. Fue Sergio Rico el que tuvo que salvar en varias ocasiones a su equipo con un par de intervenciones de mérito en dos llegadas muy claras de los vascos. El Sevilla, al que habitualmente hombres de refresco como Vitolo o Gameiro reactivan con facilidad, no se enteró de los cambios, que solo sirvieron para una contra del francés que Banega en un mano a mano desaprovechó. Tuvo algunas parecidas el conjunto de Unai Emery cuando el Eibar le entraron las prisas y perdió algún balón peligroso en la medular, pero el marcador no se iba a mover. Los vascos se quedaron con 10 jugadores casi en el descuento, situación que aprovechó Iborra para mandar una buena jugada trenzada al palo. Los sustos del Eibar se quedaron en eso, y en un equipo que vendió muy cara su derrota en uno de los fortines de la liga. El Eibar se empieza a despedir de sus opciones europeas, viendo como los habituales se van acercando. El Valencia despega, el Athletic y el Celta continúan su pugna, y el Sevilla se distancia ahora a dos puntos de los vigueses que son sextos. El próximo partido de los de Emery en casa será frente al Villarreal a vida o muerte, donde puede quedar sentenciada la plaza de Liga de Campeones, o donde podemos ver como los castellonenses se meten en problemas. El duelo promete.