El Barcelona levanta el 2-0 de San Siro con una goleada al Milan
Messi, por partida doble, Villa y Alba, goleadores en una noche mágica
El equipo azulgrana logra la remontada histórica que pedía Xavi Hernández
Por Alejandro Rozada (@alexrozada)
Siempre que el Fútbol Club Barcelona juega un partido oficial durante un Cónclave Papal, gana 4-0. Tres partidos ha disputado coincidiendo con esta reunión religiosa y los tres los ha saldado con idéntica goleada. Hoy, contra el Milan, no fue la excepción, precisamente en el día más indicado. En el partido de vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones. Para remontar una eliminatoria que se había puesto muy difícil después del 2-0 encajado en San Siro. Una derrota que a su vez precedió a las derrotas contra el Real Madrid en la Copa del Rey y en la Liga. El precedente copero era desalentador pero, tal como pedía Xavi Hernández, a este Barcelona le faltaba una remontada histórica. Y llegó tras una noche mágica en el Camp Nou. El coliseo azulgrana vivió una velada de ensueño y, al final, la generación de los Xavi, Messi, Puyol, Iniesta, Valdés o Villa ha disfrutado de un triunfo para la posteridad. Una goleada que aparca, al menos de momento, los problemas. Toca disfrutar.
Quizás la ayuda divina concedió al Barça la garra y fortuna que le faltó en San Siro y contra el Real Madrid. El Colegio cardenalicio azulgrana se reunió en los días previos a la decisiva cita contra el Milan y por aclamación popular se comprometieron a lograr la remontada. Quedó declarado el estado de optimismo en la entidad a pesar de los negativos precedentes. Ni ante el Inter de Mourinho en 2010, ni el Chelsea de Di Matteo la pasada campaña, se pudo remontar. Pero esta vez vez tocaba soñar. El pesimismo quedó eliminado por decreto y se creó una atmósfera ideal para lograr la hazaña. En ello tuvieron mucho que ver los incansables fieles azulgranas. La afición llenó las gradas del Camp Nou, desplegó una espectacular mosaico con el lema «Som un equip» y creó un ambiente único. En definitiva, marcaron el primer gol de la noche. El humo que salió de la caldera barcelonista fue azulgrana. Hubo fumata azulgrana.
Casualidades de la vida. En un día tan señalado, Messi marcó el primer gol. No podía ser otro. Nadie como el argentino para echarse al equipo a la espalda en una noche muy importante. El argentino tiene la pegada e inspiración necesarias para asumir el protagonismo en una cita tan relevante. Necesitó apenas cinco minutos para demostrarlo por enésima vez. Tiró una pared con Xavi en la frontal del área, controló ligeramente y se inventó un zurdazo de rosca que Abbiati solo pudo contemplar. El portero italiano no pudo hacer otra cosa más que admirar la belleza de la enésima creación mágica del Leonardo Da Vinci del Barça. La puso en la escuadra.
Esta vez, el Barça no se sació con el primer bocado y siguió acechando a su presa, un Milan encerrado literalmente en su campo. Messi estuvo a punto de asestar el segundo mordisco al pastel en el que se había convertido la defensa del equipo italiano, pero su cabezazo se estrelló contra el lateral de la red. De tanto darle vueltas al catenaccio, al final se les pasó de vueltas a los italianos y el resultado fue una zaga demasiado gris, desbordada por la fuerza del rodillo azulgrana. Tan quemados que el propio Flamini tuvo que recibir asistencia médica por una brecha en la cabeza. Eso sí, la intensa presión milanista y la velocidad de Niang resucitaron viejos fantasmas en la noche barcelonesa. El atacante francés se plantó solo ante Valdés, cruzó el balón y lo mandó al poste. Ahí tuvo el empate, el partido y la eliminatoria el conjunto de Allegri. De repente, el barcelonismo se encontró con los espíritus de Ramires y Torres sobre el césped, pero este equipo se había exorcizado de tal manera que consiguió superar tan maléfico trance.
Semejante acto de fe tuvo su recompensa en la siguiente jugada. Iniesta le sirvió un pase extraordinariamente profundo a Messi que, desde la frontal, soltó un latigazo raso e inalcanzable para Abbiati. No se había alcanzado el descanso y el Barcelona ya había igualado la eliminatoria. Al mismo tiempo sigue el feliz idilio del crack argentino con los octavos de final de la Liga de Campeones, donde lleva 15 goles en 16 partidos disputados. Y así se llegó al descanso, tiempo para recargar fuerzas ante el torrente de emociones que aún estaba por llegar porque el 2-0 llevaría a una dramática prórroga. En la segunda parte cambió la decoración de la ceremonia porque el Milan se vio obligado a adelantar sus líneas para acercarse a la portería de Valdés. Pero ni así llevó la zozobra el equipo italiano.
El Barça tenía el santo de cara. Se encargó de certificarlo David Villa, con un zurdazo cruzado que batió a Abbiati. 3-0 y remontada conseguida. El delantero asturiano, que necesitaba marcar para desterrar de una vez por todas el mal fario y la desconfianza que le rodean, marcó un gran gol para demostrar que, si no se merece un lugar indiscutible en el once titular del equipo azulgrana, cerca debe de andar. Desde el partido contra el Viktoria Pilsen disputado en octubre de 2011 no marcaba El Guaje en la Liga de Campeones, pero el ariete de Tuilla siempre tiene una flecha más que el resto. Y más en estas ocasiones. Su suplencia se antoja un lujo innecesario. Los hechos son irrefutables. Los goles marcan diferencias. Y la gent blaugrana lo sabe; por eso rompió en una ovación unánime después del gol del 7 de España. A partir de aquí, el tradicional fatalismo que caracteriza al barcelonismo hizo acto de presencia. Un gol del Milan dejaba fuera a los hombres de Roura.
Alexis no aportó en el ataque la pegada deseada y eso desquició a muchos aficionados, que no entendían cómo el chileno no era capaz de acechar la portería de Abbiati. Tal descontrol unido a semejante precipitación dio alas a los italianos que se hicieron fuertes con el balón y, espoleados por la frescura de Robinho y Bojan, comenzaron a inquietar a la zaga barcelonista. El cambio de Mascherano por Puyol dejó en evidencia a Piqué, hasta entonces cubierto de manera magistral por «El Jefecito» y Busquets. Un viejo conocido como Bojan se la hizo al central catalán en la derecha y sirvió un centro raso al corazón del área al que milagrosamente no llegó Robinho. El milagro llegó en forma de Jordi Alba, que metió una pierna determinante cuando el brasileño se disponía a fusilar a Valdés. El lateral de Hospitalet se convirtió en el mejor dique de contención de la zaga azulgrana; siempre atento al corte, muy rápido en la presión y sin complicarse a la hora de sacar el balón.
El despliegue de Jordi Alba se merecía el mejor premio posible. Y llegó en el mejor momento. En el tiempo añadido, Messi inició una eléctrica contra, abrió para Alexis y el chileno se la puso al ex lateral del Valencia para que cerrara la goleada. El cuarto de la noche. Fin de fiesta estelar en el Camp Nou por gentileza de un futbolista de Hospitalet que se ha empeñado en convertirse en el mejor lateral zurdo del mundo y, de continuar con esta progresión, terminará por conseguirlo. Con Marcelo desaparecido, el de Hospitalet es un tren de alta velocidad que siempre acude puntual para cumplir con los deberes que le encomienda el equipo. Su gol a Italia en la final de la pasada Eurocopa no fue un espejismo.
Y así terminó una noche inolvidable para el barcelonismo. Aficionados y jugadores del Fútbol Club Barcelona se unieron en un solo grito de celebración para festejar el pase a los cuartos de final de la Liga de Campeones. Se vivieron momentos parecidos a los de aquella mágica noche del año 2000 contra el Chelsea en el Camp Nou. Un 5-1 que clasificó al equipo entrenado por Van Gaal para las semifinales de la Copa de Europa. Pero, cuidado, porque después llegó el Valencia de Cúper y Piojo López, para eliminar al Barça tras una goleada en Mestalla (4-1) y una bochornosa noche en Barcelona (2-1), pañolada al palco incluida. Pero eso es pasado y el barcelonismo, que no se olvida del feliz regreso de Tito Vilanova en dos semanas, solo piensa en el futuro.
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