Empate sin goles en un partido que hasta la expulsión de Vitolo fue un duelo protagonizado por el respeto y el poco fútbol
Probó hoy de su propia medicina el Atlético de Madrid. Parecía que jugasen dos atléticos hoy, uno frente al otro, paridos ambos por Simeone. Pero fue Emery, al que se le ocurrió, que en el Calderón se puntúa empatando también en intensidad y juego. Puso un equipo novedoso en liza y renunció al ataque consiguiendo un punto, que era nada más y nada menos lo que venía buscando.
Jugó el Cholo con Vietto en punta y Saúl acompañando a Gabi y Augusto, que vio tarjeta a amarilla en minuto 4. Emery por su parte salió sin extremo izquierdo para meter a Escudero con Trémoulinas por la izquierda. Llorente fue el islote y Krychowiak y N’Zonzi protegieron a Banega, el único que trató de jugar al fútbol para el Sevilla. Ganó en intensidad hoy el rival del Atlético, una noticia nada frecuente en los últimos tiempos. Llorente jugaba a cuarenta metros de su objetivo, y Oblak pasó desapercibido en el partido. A Banega le dijeron tienes que defender hoy más que nunca, y se le vio robando balones en su propio área. A pesar de ello no fue un asedio del Atlético ni mucho menos. La primera parte para el espectador neutral fue un auténtico tostón. Lo habitual en cualquier partido del Atlético, o en uno del Sevilla fuera de casa. No dejaban espacios ni los unos ni los otros, y las porterías pasaron a tener la misma función que los banderines de córner. Más de uno se habrá dormido la siesta. Para los amantes acérrimos de este deporte, quizás haya sido mucho más, viendo a un Atlético cometiendo numerosas faltas para poder parar los tímidos intentos sevillistas de acercarse a la meta colchonera. Los de Nervión en esas disfrutaron de numerosísimas opciones a balón parado, llevando nulo peligro a la meta contraria como ya es tristemente habitual. A los veinte minutos apareció algo más en ataque el Atleti, y el Sevilla decidió poner a trabajar a Llorente. El pelotazo largo era una obligación más que un recurso, menos cuando aparecía Banega, que no lo hizo demasiado. Hasta más allá de la media hora no llegó la primera oportunidad del partido, por llamarla de alguna manera. Godín peinó para Griezmann, que en un extraño escorzo no logró rematar con eficacia a puerta. Tres minutos después, en la mejor jugada del Sevilla en la primera parte, Escudero la puso atrás para Banega que desde la frontal la envió al larguero tras un rechace. Casi sin darnos cuenta llegó el descanso, para alivio de casi todos.
Ahí movió ficha Simeone. Metió a Carrasco, y el Atlético se vino arriba y explotó las deficiencias defensivas de Coke. El primer gran susto fue en el 52, cuando Griezmann estrelló un centro de Koke en el palo diestro de Sergio Rico. Tres minutos más tarde, comienzan los problemas para los visitantes. Escudero sufre una lesión muscular y le tiene que sustituir Khron Delhi. Pero el punto de inflexión llegó en el 62, cuando una expulsión dudosa de Vitolo, deja al Sevilla en desventaja y empieza a sufrir el asedio permanente rojiblanco. A pesar de todo, a falta de quince minutos, Banega con una genialidad se la deja a Gameiro, que tras un barrullo en el área no acierta a rematar a puerta. A raíz de ahí, monólogo absoluto. El Sevilla se metió en su área a defender y los de Simeone se dedicaron a bombardear sus defensas. Lo cierto es que quitando una gran parada de Rico a Carrasco y otra a Gabi, el Atlético ni con diez ha tenido opciones claras de ganar el partido. Unai, expulsado por protestar la expulsión, dejó claras las intenciones a los suyos, y los colchoneros se acabaron desquiciando. Hoy no iba a ser el día.
El Sevilla ha disputado su mejor partido fuera de casa esta temporada, algo que no era muy difícil, de no ser porque ha jugado en el Calderón. Ha jugado a lo que suele jugar Simeone, que ha perdido dos puntos para el liderato que ahora está en manos del Barcelona.