Alejandro Rozada (@alexrozada)
Si las prisas son malas consejeras, las confianzas resultan igual de dañinas, incluso más. Aunque son tipos poco propensos a las confianzas, dan buena fe de ello los portugueses, aferrados como están a un milagro. Porque un milagro fue el postrero gol de Varela y de un milagro depende Portugal para continuar en el Mundial. El empate contra Estados Unidos no aparta a los lusos de la guillotina, pero al menos les permite seguir con vida hasta el próximo jueves. Ese día no habrá vuelta atrás. Alemania se enfrenta a Estados Unidos, mientras que Cristiano y los suyos se medirán a la impetuosa Ghana, que ya avisó del potencial de su Black Power contra la Maanschaft. Un empate entre germanos y norteamericanos les valdría a ambos combinados para pasar a octavos y eso finiquitaría definitivamente las esperanzas de los portugueses y de los africanos. Es lo que pasa cuando te confías. Se confiaron los lusos contra los padres del soccer tras el tempranero gol de Nani, y se terminaron complicando su futuro en Brasil.
Cuando lo fías todo a los milagros, mal asunto; suele ser sinónimo de no haber hecho bien tu trabajo. Y eso que Tim Howard fue tan exigido desde el arranque que demostró que él también puede ser un portero de anuncio. Que se lo pregunten si no a Nani, Éder (el sustituto del lesionado Postiga) y al mismísimo Cristiano Ronaldo, que se estrellaron contra el guardameta norteamericano en un primer tiempo marcado por sus providenciales intervenciones; cuando no eran sus manoplas, era la madera la que se conjuraba con él para sofocar el peligro. Solo pudo ser superado una vez y fue tras un defectuoso despeje del zaguero Cameron que desvió mal un buen centro de Veloso dejando el balón en franquía en el segundo palo para la entrada fulgurante de Nani, que no desaprovechó la primera oportunidad de adelantar a su selección. No habían transcurrido apenas cinco vueltas de crono y Portugal ya ganaba cero a uno. Retumbaban tambores de goleada, pero Estados Unidos se lio la manta a la cabeza para poner cerco a la portería del sevillista Beto. Antepusieron las transiciones rápidas a la posesión del balón para buscar el empate partiendo del triángulo de las Bermudas formado por Jones, Bradley y Dempsey. Les faltó la puntería y al descanso se llegó con ventaja portuguesa. Pero la imagen de la primera parte fue el tiempo muerto que improvisaron los jugadores para mitigar el sofocante calor, el primero de la historia.
El desarrollo del primer tiempo sugería sorpresas en el segundo acto. Portugal volvió a salir dubitativa y Estados Unidos comenzó a sentirse fuerte en un escenario dominado completamente por la omnipotencia de Jones en la medular. Se constituyó en el metrónomo del juego yankee y de sus botas nació el mejor fútbol ofrecido por sus compañeros. Éder era un islote portugués que naufragaba cerca de los dominios de Howard y eso terminó de darles alas a los norteamericanos, que no necesitan un Red Bull para volar.
Avisaron los de Klinsmann con un par de incorporaciones por la derecha de un impetuoso Johnson, que primero salvó Beto con una magnífica estirada y después repelió Ricardo Costa debajo de los palos cuando al remate de Bradley ya se le estaba poniendo cara de empate. Las tablas eran una cuestión de justicia y terminaron llegando con un gran disparo de Jones desde la frontal del área para culminar una portentosa actuación que ni siquiera Beto parecía dispuesto a empañar porque se quedó parado contemplando el balón colarse en el interior de su portería, como si no quisiera empañar la belleza del tanto del mediocentro yankee. No se quedó aquí el ímpetu de Estados Unidos, quisieron sacar más tajada de la precipitación portuguesa y Dempsey culminó una gran jugada de su equipo. La Portugal de Cristiano Ronaldo estaba virtualmente eliminada del Mundial de Brasil, pero ya se sabe que con Cristiano Ronaldo enfrente nunca se puede cantar victoria antes de tiempo.
A falta de gol propio, el crack del Real Madrid se inventó un grandioso centro desde la derecha, una banana inteligente a la altura de las que ponían Michel y Beckham, que encontró la milagrosa cabeza de Varela en boca de gol para establecer el empate. Un tanto que permite a los lusos seguir soñando. Pero también sueñan los ghaneses. Y Low, y Klinsmann… El Grupo G se dispone a vivir un desenlace apasionante.