El británico Tao Geoghegan Hart se proclama vencedor de la corsa rosa en Milán tras la contrarreloj individual de la última etapa
Quien ríe el último ríe mejor. Una manida frase que no por ello es menos cierta en casos como el que nos ocupa. Lo que no deja lugar a ninguna duda es que el Giro que se ha desarrollado durante las últimas tres semanas en Italia dista mucho del que la organización planeaba a principios de año. Por el recorrido, con aquel inicio en Hungría que tuvo que ser remplazado, los cambios sobre la marcha en cuanto a la esperada etapa del Agnello y el Izoard o el plantón del pelotón en la famosa etapa de 258 km. Pero también por el cambio de fecha, por las condiciones de prevención del virus en que se ha disputado y por la pobre participación de este Giro de las hojas muertas.
Sin embargo, hay varias noticias que podemos considerar muy buenas al respecto de la que ha sido la segunda gran vuelta de 2020. En primer lugar, que ha llegado a Milán tras sus 21 etapas (sin que se descontrolaran los positivos), lo que sin duda es todo un logro. Y en segundo, que ha tenido emoción y batalla hasta el final. De hecho, en ese sentido la carrera ha ido de menos a más, desde una primera mitad más que tibia en la que los hechos más destacados eran los sucesivos abandonos de los grandes favoritos, hasta una contrarreloj final que los dos primeros hombres de la general afrontaban empatados a tiempo. Pero no adelantemos acontecimientos.
Los favoritos, pocos y fuera de juego

Hablábamos de un elenco de corredores bastante menos destacado que en otras ediciones, en parte por la coincidencia en fechas con gran parte del nuevo calendario de clásicas. Un par de nombres sobresalían a principios de octubre como los grandes aspirantes al título: Geraint Thomas, ganador del Tour 2018, que había rechazado ir a la Grande Boucle como gregario de Egan Bernal; Simon Yates, eterno aspirante a la maglia rosa que aún tiene pesadillas con Finestre; y Steven Kruijswijk, de la poderosa casa Jumbo, quien también tuvo sus más y sus menos con el Giro. Además de nombres tan respetados como Vincenzo Nibali o Jakob Fuglsang, por supuesto.
Thomas había ganado tiempo sobre todos sus rivales en una contrarreloj inaugural en la que Miguel Ángel López volvió a ver el suelo, teniendo que poner el pie en tierra a la mínima de cambio. No obstante, y muy a pesar del líder de INEOS, un desafortunado bidón travieso en la neutralizada de la tercera etapa se encargó de frustrar todas sus aspiraciones de ganar la carrera antes de que esta se pusiera mínimamente seria. Volvía el equipo británico a quedarse descabezado, igual que en el Tour. Pero ya volveremos a eso mas tarde.
El primer día que la carretera picó para arriba mostró sus flaquezas Simon Yates. No iba muy fino el del Mitchelton-Scott. Tanto era así que tuvo que abandonar antes de la primera jornada de descanso al dar positivo en covid-19. Ya el lunes fue el equipo al completo el que decidió retirarse de la prueba, igual que hizo el Jumbo-Visma, en la misma situación con Kruijswijk. Mientras tanto, Nibali y Fuglsang no terminaban de encontrarse en carrera al tiempo que Joao Almeida, un prometedor joven portugués, acumulaba jornadas de rosa.
Los positivos y los abandonos daban una sensación muy poco halagüeña de cara a la segunda mitad de un Giro en el que cada vez quedaban menos rostros visibles. La organización, no obstante, seguía adelante mientras el espantoso y mediático maillot del Education First les daba buena suerte para los triunfos de etapa, el campeón del mundo contrarreloj, Filippo Ganna, hacía honor a su apellido venciendo tanto contra el crono como en ruta, y Arnaud Démare ridiculizaba con su superioridad al resto de velocistas en cada etapa que terminaba al esprint (cuatro victorias de cuatro esprints masivos).

También ha habido tiempo para las gestas en este Giro. ¿Se acuerdan de un tipo eslovaco bastante carismático que se llevó un tiempo vistiendo de arcoíris? Un tal Peter Sagan, que no consiguió sus objetivos en el Tour y que acudía por vez primera al Giro como gran reclamo publicitario del mismo. Viendo que no mojaba en las volatas, propiedad de Démare, decidió ni corto ni perezoso darse a la fuga y echarle un pulso al pelotón. ¿El resultado? Victoria de etapa y ampliación de la leyenda de un ciclista de época.
Alta montaña, desgaste y ciclistas comodones
Con el chaval Almeida pasaba algo parecido al Alaphilippe de aquel Tour que se pasó vestido de amarillo pollo: la idea general era que acabaría cediendo el liderato, ¿pero cuándo? Hasta que no hubo etapas de montaña en las que de verdad el pelotón se puso serio el portugués resistió como un jabato. Pero esas etapas terminaron llegando en una tercera semana de jornadas largas, de desgaste. El ciclismo es un deporte de fondo, de acumulación de esfuerzos. No lo olvidemos nosotros, que parece que muchos de dentro del mundillo lo han hecho.
¿A qué viene este sermón gratuito? La única etapa llana de la última semana del Giro, con la friolera de 258 km, tuvo que recortarse en nada menos que 100 por plantón de una parte importante del pelotón. El motivo, que el mal tiempo que hacía, sumado a la duración de la etapa, no eran buen asunto para mantener a raya el virus. Bastante vago, desde luego. Ya dijeron varios corredores disconformes que en peores plazas habían toreado. El tema traerá cola, y esperemos que no siente precedente, porque, de ser así, ya podemos ir cavando la tumba de las grandes vueltas.
Sea como fuere, las horas de Almeida con la maglia rosa estaban contadas. No hubo Agnello, pero un nevado y precioso Stelvio causó estragos en una de esas etapas de ciclismo de antaño a las que ya no estamos acostumbrados. Los corredores sobrevivían al transcurso de la etapa, sin grandes equipos que pudieran controlarla ni que pudieran proteger siquiera a sus jefes de filas. Tampoco Sunweb, que no supo leer la carrera pese a tener dos corredores bastante bien posicionados en la general. Wilco Kelderman era el nuevo líder, aunque Jai Hindley parecía en bastante mejor forma, al igual que el joven de INEOS, Tao Geoghegan Hart. Para no alargarnos mucho en estos desastres neerlandeses (ya que no constituyen novedad alguna), todo esto quedó refrendado en la última etapa de montaña, con Sestriere como escenario, donde Hindley tomó el jersey de líder… empatado a tiempo con Geoghegan Hart.
Los organizadores del Giro, cabreados por el plantón del día anterior, podían estar satisfechos de que la carrera llegase tan abierta y emocionante a la última etapa. Por fortuna para todos, no se trataba de una romería de risas y champán, sino de una contrarreloj individual de 15,7 km con emblemático final en Milán. Pese a no haber ninguna hecatombe como en el Tour, la carrera mantuvo su enjundia hasta que se confirmó el mejor tiempo del británico Geoghegan Hart.
INEOS tiene más talento que dinero… que ya es decir

Volviendo a aquello de que quien ríe el último… ya saben, INEOS volvía a levantar el trofeo de una gran vuelta después de los sinsabores del Tour y de haber visto el abandono de su jefe de filas en los albores del Giro. Su capacidad de reinvención y el talento de su plantilla son tales que, además de la general de la carrera (y la maglia bianca del mejor joven) el botín de los de Brailsford también incluye la clasificación por equipos —una clasificación que Movistar llevaba ganando de forma ininterrumpida desde el Tour 2018)— y, atención, siete etapas. Dos del propio Geoghegan Hart, una de Jhonatan Narváez y cuatro del mejor contrarrelojista del momento, Filippo Ganna. Sin olvidarnos, por supuesto, de la labor de demoledor gregario de un Rohan Dennis que nos ha dejado a todos boquiabiertos y que ha roto el Giro en sus momentos clave. No cabe duda de que la visión que tienen en el equipo a la hora de fichar talentos y moverse en carrera supera, por difícil que parezca, su altísima capacidad económica.
La victoria en el Giro d’Italia del talento de 25 años de la factoría Sky/INEOS supone un culmen inesperado pero perfecto a una década absolutamente dominada por el Reino Unido en las grandes vueltas, tanto a nivel de equipo (once generales) como nacional (también once, cambiando el triunfo del colombiano Egan Bernal en el Tour 2019 por el de Simon Yates en la Vuelta 2018 bajo el paraguas del Mitchelton-Scott). Un triunfo que enlaza la hegemonía mundial de esta nueva potencia ciclista cuyo emblema ha sido Chris Froome (siete grandes) con una nueva generación que parece dispuesta a tomar el relevo y seguir haciendo grande el imperio ciclista británico. Solo el tiempo y la competición dirán si este predominio se mantiene, pues aunque el Giro de Geoghegan Hart es muy meritorio, todos sabemos que las circunstancias en las que lo ha ganado son bastante excepcionales.