Importante triunfo del Sporting en el Anxo Carro, el primero a domicilio del curso, en un partido marcado por un revolucionario planteamiento
Llegó la revolución y con ella la ansiada primera victoria a domicilio. Si el lema oficial de Francia («Libertad, igualdad, fraternidad») nació en el transcurso de la Revolución francesa, el sportinguismo puede acuñar un nuevo eslogan a partir de la victoria de este domingo en Lugo: cantera, goles, victoria. Nada más y nada menos. No hace falta rizar el rizo. Aunque les pese a los puristas del juego tosco y defensivo, el fútbol es más bonito y sencillo cuando se cortan diques y prejuicios. Se atrevió Sandoval a revolucionar un once protegido por tres guardias de confianza (Bernardo, Luis e Iván Hernández), sostenido por tres infantes de Mareo (Sergio Álvarez, Nacho Cases y Álex Barrera) y culminado por los artilleros serbios (Scepovic y Lekic). El resultado fue un triunfo contundente y poderoso, holgado e incuestionable, convincente y esperanzador. Y así, el ejército del Sporting de Gijón vuelve airoso y triunfante de la batalla del Anxo Carro.
Hay motivos para el optimismo. Decíamos ayer que el sufrido empate de Murcia podría valer el doble si se ganase en Lugo, y se ganó. Costó aguantar las embestidas de los hombres de Quique Setién, siempre dispuestos a cuidar la posesión y a buscar el gol desde el romanticismo, pero con los cambios introducidos en el segundo tiempo el Sporting ganó en solidez, resistió los ataques del rival y venció. Al fin y al cabo de eso se trata en una categoría tan exigente como la Segunda División, donde los ideales románticos chocan contra los planteamientos defensivos. Siempre es mejor apostar por el fútbol bonito, pero no basta con el romanticismo en una Liga tan larga, igualada y repleta de equipos rocosos que te conceden la iniciativa con la letal pretensión de pillarte en algún renuncio defensivo. No es el caso del Lugo, una de las meritorias excepciones que se encuentran en este campeonato, a pesar de su modesto presupuesto. Quique Setién está obsesionado por el balón y sus futbolistas llevan estos valores hasta las últimas consecuencias. Y así se han ganado el derecho a estar en los primeros puestos de la clasificación. Veremos si eso les basta para mantenerse arriba aspirando a palabras mayores como el ascenso.
No es fácil ganar en el Anxo Carro, y menos por una holgada renta de dos goles. En este campo cayeron sin ir más lejos dos equipos como Jaén (4-2) y Las Palmas (3-0) que tanto hicieron sufrir al sportinguismo en El Molinón. Por eso debemos valorar en su justa medida el mérito y la importancia de este triunfo del Sporting. Dejaremos al margen la forma en la que se produjo la victoria por respeto a los mencionados conceptos románticos, nos quedaremos con lo bueno. Con el feliz estreno goleador de Luis Hernández, dedicatoria al cielo incluida; la feliz racha de Dejan Lekic, cuatro jornadas consecutivas marcando; y la imparable rutina goleadora de Scepovic, más pichichi de la Liga Adelante con sus 11 goles. El valor de los tantos, el peso de los tres puntos y la revolucionaria apuesta de Sandoval bien merecen que corramos un tupido velo sobre los apuros que se pasaron en el segundo tiempo, ya con 1-3 en el marcador, y el equipo completamente a merced del Lugo. Nadie dijo que fuera fácil romper dinámicas negativas y aspirar a cotas altas en Segunda División. No hay más que remontarse a la pasada campaña.
La difícil adaptación a un nuevo sistema
No fue fácil adaptarse a la insólita línea de tres defensas que Sandoval ideó para la ocasión y a un centro del campo tan innovador. No hay más que repasar la película de la primera parte, protagonizada por un Lugo más cuajado. La marcada personalidad de los hombres de Setién se lo puso tan complicado a los de Sandoval en los primeros 45 minutos que lo extraño fue que ni marcasen más de un gol ni le hicieran un roto al Sporting. En honor a la verdad, se lo merecían. Y más considerando que a los cinco minutos el Lugo ya ganaba por un golazo de Seoane, un dolor de cabeza permanente para la zaga sportinguista. Carlos Pita, Pablo Sánchez e Iván Pérez también causaban estragos en sus múltiples llegadas a la portería de Cuéllar. El panorama era tan desalentador que se presagiaba un almuerzo amargo para los sportinguistas. En esas estábamos hasta que Luis Hernández se alió con el cielo para marcar el gol del empate gracias a un leve y fortuito toque que besó la red a la salida de un córner. Dedos en alto del defensa rojiblanco para celebrar su tanto. En este punto se selló la alianza con los hados del equipo gijonés que, a los pocos minutos, marcó el segundo de la tarde otra vez a balón parado. Nacho Cases la puso perfecta en el punto de penalti y por allí apareció la cabeza de Lekic para marcar su cuarto gol de la temporada tras un batiburrillo en el área lucense.
Aunque el segundo tiempo podía convertirse en una letanía, el preámbulo fue prometedor. Tras un inicio dubitativo, marcado por los continuos escarceos ofensivos del Lugo, que incluso exigieron providenciales intervenciones de Cuéllar, el Sporting volvió a dar un golpe de autoridad. Esta vez, el honor le correspondió a Scepovic. El serbio marcó su undécimo gol del campeonato rentabilizando al máximo el valor de la conexión serbia en el ataque sportinguista; balón colgado por Lekic desde la izquierda y remate de primeras de Stefan. El tercero de la matinal lucense para los sportinguistas, delirio incluido de los numerosos seguidores que se congregaron en las gradas del Anxo Carro. Sandoval ni lo celebró porque estaba más pendiente del cambio de Canella por Lekic para blindar su sistema y volver a los orígenes de la defensa de cuatro. El entrenador madrileño era plenamente consciente del achuchón que se avecinaba y quiso evitar riesgos. Peña, Sandaza, De Coz, Seoane, Iván Pérez… Se sucedían los ataques de un Lugo que tocaba y abría a banda sin solución de continuidad, siempre con paciencia y confiando en que el dominio abrumador se acabaría traduciendo en goles.
Para resistir el chaparrón del Lugo en los últimos minutos del partido, Sandoval agitó la ruleta de los cambios. Isma Lopez cedió a Carmona su lugar en el campo y el público del Anxo Carro reconoció a su ex con una sonora ovación, demostrando que las separaciones futbolísticas no siempre son convulsas. Pero es que la afición lucense es una de las que pueden presumir de buen paladar futbolístico. No es para menos teniendo al equipo que tienen, un conjunto que no se descompone ni pierde el gusto por el balón aunque vaya perdiendo por dos goles en su propio campo. Su romántica concepción del fútbol no desaparece ni así. Y la muestra es que el Sporting no se pudo confiar en ningún momento. Tuvo que salir incluso Casquero por Barrera para reforzar el dique de contención defensivo. Bernardo, Luis e Iván Hernández echaban horas extra sacando balones del área de Cuéllar y al bueno de Sergio le tocó sudar la gota gorda en labores defensivas, una reválida en toda regla para el canterano con el que Sandoval tuvo el detalle de dejarle disputar el partido entero y el chaval le respondió con una encomiable actuación. Habrá que confiar en que los frutos de la revolución de Lugo no sean flor de un día y la inercia positiva, basada en Mareo y culminada por la conexión serbia, cristalice en las jornadas sucesivas. De momento, el sportinguismo se fue a comer con un buen sabor de boca.