La Roja se da un atracón de goles ante una impotente Tahití
Esta es la mayor goleada producida en un torneo FIFA de selecciones absolutas
Torres (4 goles) y Villa (3), protagonistas de la victoria española
La crónica de Alejandro Rozada (@alexrozada)
La velada estaba dispuesta para una goleada. Elevar la victoria a la categoría de histórica o dejarla en un severo correctivo, dependía de los once elegidos por Vicente del Bosque. Esta vez les iba a tocar a los teóricos suplentes. La ocasión se antojaba propicia para presumir de modelito, solo les quedaba elegir si preferían ponerse el traje de galanes o el uniforme de campaña. Desde que España consagró el tiki taka como una de las bellas artes futbolísticas, esta selección ha demostrado innumerables veces que pueden ser galantes y marciales cuando corresponda, simplemente se trata de adaptarse a las circunstancias.
Visto que a España le tocó disputar el partido en territorio comanche, a los nuestros no les quedó otra opción que ponerse el traje de campaña y golear sin compasión para presumir de armamento ofensivo y de galones. En un Maracaná entregado a la causa tahitiana, los españoles no tuvieron la opción de exhibir sus encantos de galanes. Ejerciendo de inmisericorde ejército golearon sin piedad hasta perforar en diez ocasiones la portería de Roche, improvisado protagonista de todas las fotos, el centro de todas las miradas. Al hombre le tocó resistir a duras penas el chaparrón goleador, tal y como le sucedió en 1971 al guardameta de las islas Cook, cuando Tahití les ganó 30-0. Porque ellos también saben abusar de su rival. Por algo son campeones de Oceanía.
España tira de galones
El dilema era profesionalidad o compasión. Seriedad o piedad. Cumplimiento estricto del deber o misericordia con unos chicos que afrontaron el partido como una fiesta. Ante la duda, fútbol. España tiró de su librillo y su calidad para superar a la selección 138 del ránking FIFA. La doble campeona de Europa y flamante campeona del mundo apeló a su ingente potencial futbolístico para arrollar a la inocente selección oceánica. A los cinco minutos ya ganaba uno a cero después de que Torres inaugurase el marcador. Se adelantaron muy pronto para evidenciar el enorme terreno que separa a ambos países. Se mantuvo la ventaja mínima hasta bien avanzado el primer tiempo. Fue un periodo de secano en el que florecieron las dudas hasta que Silva, otra vez Torres y Villa las segaron antes de llegar al intermedio.
No les colgaron collares por tomar una renta de cuatro goles antes del descanso como había sucedido en los prolegómenos del encuentro; eso sí, el respetable reunido en Maracaná respondió con un respetuoso silencio a la exhibición ofensiva de los españoles, conscientes además de que todavía quedaban 45 largos minutos para marcar más goles. Picados en su orgullo, Villa y Torres se alternaron en la faceta goleadora tras la reanudación. El Guaje y El Niño, El Niño y El Guaje, la unión de dos sabuesos del área que comparten un mismo ideal goleador. Fueron los actores principales de una goleada a la que también se sumaron Mata, autor del octavo gol, y Silva, que firmó un doblete y tuvo el honor de cerrar el marcador con el décimo de la noche, justo premio para un futbolista estratosférico. Por algo lo apodan Magic en la fría Manchester.
La gran noticia del partido es que imperó una deportividad exquisita. Valga como ejemplo la imagen de Fernando Torres levantando del suelo al guardameta tahitiano, Roche, destrozado después de que Villa marcara el séptimo de la tarde brasileña. Fue un gran día para Torres. Tenía cara de que la cosa no iba con él, pero interiormente estaba encantando. Henchido de orgullo y con una sonrisa interior inmensa por la satisfacción del deber cumplido. El Niño lamentará que no todos los rivales sean como Tahití para sacarse de la buchaca goles de todos los colores. Y eso que estrelló un penalti en la cruceta. Rugió Maracaná como si hubiera marcado la selección brasileña. Fue uno de los momentos de la noche, pero el delantero del Chelsea no tardó en sacarse la espina para enmudecer a la gradería.
Tahití intentó por todos los medios, más bien pocos, hacer historia y marcarle un gol a España. Pero no había manera y Reina ni se inmutaba. Incluso buscaron el penalti, pero el árbitro no picó y les invitó a levantarse rápidamente diciéndoles algo así como «haga el favor y levántese que os damos la mano y cogéis el brazo». Tipos simpáticos estos tahitianos, los protagonistas del cuento más hermoso de esta Copa Confederaciones. Porque el deporte, al igual que la vida, es también una historia de ganadores y triunfadores. ¿Quién no recuerda «la gesta» de Éric Moussambani en las piscinas de Sydney en los Juegos Olímpicos de 2000? Pues estos futbolistas llegados desde el otro lado del planeta, desde ese paraíso que es la Polinesia francesa, son los Moussambani del fútbol. Héroes sin capa que también se han sabido ganar el cariño y la admiración de todos.