Hace justo cuatro meses que apelaba al tiempo para ver de lo que era capaz Carolina Marín tras ganar en Kazán su primer europeo absoluto de bádminton. Muchas veces se ha escrito sobre hazañas imposibles, momentos en el deporte que lo hacen tan maravilloso, que es difícil explicarle a alguien que no ha visto ese preciso instante, lo que ha ocurrido. Hoy es más que uno de esos días. ¿Ustedes se imaginan a un español ganando a Usain Bolt en la final de los 100 metros en un Campeonato del Mundo o en unos Juegos Olímpicos?. Da risa, desde luego. Pero es que algo así ha pasado esta tarde del 31 de agosto de 2014. Algo que resulta incomprensible para la lógica y para la historia del deporte.
El pasado del bádminton, dice, que nadie osará vencer al sureste de Asia, en una disciplina indiscutiblemente dominada por aquellos países que lo componen. La historia nos dice que solo dos danesas han logrado tumbar la hegemonía del este en un Campeonato de Mundo, pero la historia se ha reescrito esta tarde precisamente en Dinamarca.
Desde Huelva, Carolina Marín se ha convertido en la tercera campeona del mundo no asiática de la historia de uno de los deportes más minoritarios que existen en nuestro país. Ante la falta de ayudas, apoyo y patrocinio, el talento de una niña que empezó bailando flamenco, se ha impuesto a la genética y la superioridad de una jugadora china, que no es solo la número uno del mundo, sino que hasta hoy, estaba a años luz de sus rivales. Una Li Xuerui, que lucía una camiseta azul con el logo de Red Bull en el pecho, mientras el polo con el que ha jugado ‘la nuestra’, era blanco impoluto. Ya ven, el dinero. Como si a Carolina Marín Martín le hiciese falta el dinero para tener una mentalidad de ganar y de no dejarse llevar por una racha de seis puntos en contra, como ha sucedido en el tercer juego pasando de un 5-8 a favor, a un 11-8 en contra.
El primer juego del partido fue lo único normal que sucedió en él. La número uno del mundo y campeona olímpica, parecía anclada en la pista, sin moverse, jugaba y ganaba. Piernas muy largas para salvar los pocos errores que cometía, una defensa inverosímil, y la experiencia, que usó para lo bueno y para lo malo. Jugó fácil y ganó. No había cedido más de 17 puntos en un juego y tampoco Carolina lo hizo. Parecía una barrera insalvable, no cedió un set, hasta que con un 12-15 en contra en el segundo juego, la onubense encadenó cinco puntos consecutivos para ponerse dos arriba. Fue el punto de inflexión del partido. Cuando no estás acostumbrado a que te tosan, lo peor que te puede pasar es un huracán y sin verlo venir. Ganó el segundo, y cada punto del tercero lo celebró como si del título se tratase, no se vino abajo en la mejor racha de la rival, y del 13-15 pasó al 17-15. Lo tenía cerca, lo tenía tan cerca que Li Xuerui se salió de la pista, se quitó la zapatilla, se quitó el vendaje y pidió al fisio. Las malas artes no sirven de nada cuando tu cabeza y tu cuerpo viven una situación del todo desconocida. Carolina jugaba los puntos tan convencida de la victoria, que convenció a la china de su propia derrota. Cayó por su propio peso, y el último punto fue el resumen del final, sin poder siquiera devolver el servicio. Se acabó, y empezó la leyenda.
En el suelo desconsolada, soltando la frialdad que mostró tras ganar la semifinal. Cayó, lloró, se recompuso y fue a felicitar a Fernando Rivas, tan artífice del triunfo como ella. Fue a buscar la bandera de España y se fue al podio a recibir el premio más difícil que haya conseguido un deportista español en la historia. Para ella se queda. Para los suyos, para Huelva y los que la seguimos desde hace tanto tiempo porque veíamos que no era una más. Veintiún años aún, toda una carrera deportiva por delante, y optando a todo lo posible. España entera reposa a los pies de la campeona del mundo más utópica que jamás verán nuestros ojos.