Parece mentira pero sí, el lastre que arrastraba el equipo verdiblanco esta temporada en el Benito Villamarín se ha ido diluyendo en cuanto a resultados negativos en el último tercio del campeonato. Una nueva victoria, esta vez ante Las Palmas por 1-0, da a los de Heliópolis la ansiada salvación que tanto han peleado durante toda la temporada. Realmente nunca ha llegado a estar este Betis demasiado cerca del abismo, pero experiencias pasadas han pesado como una losa en la afición, el entorno, la plantilla, la directiva y el cuerpo técnico. Las victorias ante Valencia, Granada, Levante y Las Palmas había que refrendarlas hoy, en casa. Los hispalenses serán matemáticamente de primera esta jornada si Levante y Sporting no ganan sus partidos. Hoy recibían a un equipo que en las últimas jornadas lo había ganado casi todo, y que de pelear la salvación, se encuentra ahora en mitad de la tabla con una tranquilidad absoluta. Quique Setién llevó a su nueva criatura a Sevilla para jugar al fútbol. Las Palmas sabe hacerlo y muy bien, algo que no perjudica del todo a este Betis, sino todo lo contrario.
El encuentro no fue una oda a este deporte. Ciertamente vivimos en el día de la marmota, esos enfrentamientos de las últimas semanas donde el Betis pega un zarpazo al final y decanta a su favor las pocas ocasiones de las que dispone, estando mucho más cómodo sin balón que con él. Al contrario de lo que pasase en la primera vuelta, Merino no reservó a los apercibidos para el derbi. Adán y Ceballos jugaron, y dio descanso a Musonda. La primera parte fue un tostón, no pasa nada por decirlo. La posesión y el control lo pusieron los amarillos, y las ocasiones los verdiblancos. La verdad es que a los canarios les costó un mundo traducir su dominio en peligro, los pases en horizontal en el centro del campo y tres cuartos del mismo poco importunaban a Petros y N’Diaye, y mucho menos a la defensa. Hoy Las Palmas lo fue menos que últimamente. No metió miedo a un equipo que se contagia fácil del ritmo del rival, por lo que la lentitud que proponía en cada acción el conjunto amarillo, era correspondida con tímidos disparos del Betis en el área de Lizoaín. Pero la primera parte dejó la jugada clave del partido, y es que a falta de cuatro minutos para su conclusión, Aythami dejó a su equipo con diez por doble amarilla, poniendo el partido teóricamente muy de cara para los de Merino.
La segunda parte ofreció más por el contexto de la expulsión, pero aun así le costó al Betis hacerse con el control del partido, obligando al técnico local a meter a Musonda y Cejudo por la derecha y arriesgar en lo ofensivo, algo que terminó de hacer pronto quitando a Varela y metiendo en punta a Van Wolfswinkel, poniendo un defensa de tres. El peligro comenzó a llegar, y Musonda a desbordar. Entró más en juego Ceballos por dentro y aunque no conseguían inquietar demasiado a la defensa canaria, tampoco se vieron con demasiados contragolpes, anulando completamente al equipo amarillo en ataque. Llegaban las ocasiones, pero el fútbol no rompía. Lo intentaba Joaquín, le pegaba Ceballos, combinaba Rubén, pero nada llegaba a buen puerto, hasta que el ‘10’ verdiblanco le metió uno de sus fabulosos pases al recién entrado Van Wolfswinke,l para que el neerlandés por fin viese puerta en un mano a mano con Lizoaín. Como hace dos semanas, el Betis volvía a adelantarse a falta de diez minutos para el final en su templo. Llegó el respiro y la fiesta a un Villamarín que hasta entonces mostraba más miedo que empuje. El gol trasladó a la grada el recuerdo del derbi del domingo, y los jugadores apretaron sobre el césped para matar el encuentro. No llegó el segundo gol pero ya se mira al partido contra el Sevilla de frente y con una actitud mucho más positiva que en otras ocasiones. El domingo puede llegar un gran colofón a la temporada, les espera el eterno rival en el Sánchez-Pizjuán.