
La segunda entrega de nuestro serial, comparando la evolución del Sevilla FC con la del Real Sporting de Gijón S.A.D, va desde el año 2000 hasta 2005, el periodo de la consolidación en Primera y la euforia sevillista por la clasificación para la UEFA, tras el ascenso de 2001, y la quiebra sportinguista por el estancamiento en Segunda después de siete años de decepciones continuas que se coronaron con el frustrado ascenso de 2004 y el proceso concursal de 2005.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
El Sevilla partía en la temporada 2000-01 con un presupuesto de 2.900 millones y la imperiosa obligación de regresar a Primera División. Se estrenaba Joaquín Caparrós en el banquillo del Sánchez Pizjuán, se despedía a carismáticos jugadores como Marchena, Jesuli o el griego Tsartas y soplaban aires de renovación en la plantilla del club. El Sporting, por su parte, confiaba en que a la tercera fuese la vencida y afrontaba el reto de volver a Primera con un presupuesto de 2.500 millones de pesetas después de dos temporadas vagando sin pena ni gloria por la Segunda. En el banquillo estaba el chileno Vicente Cantatore, que precisamente había entrenado al Sevilla entre 1989 y 1991, y el equipo era una mezcla de jugadores de la casa como David Cano, Isma o Pablo Amo con jugadores extranjeros tan experimentados y adaptados como los rusos Lediakhov y Cheryshev, que se despidió al final de ese curso tras cinco temporadas en el club, e incógnitas como el joven delantero brasileño Adauto da Silva, el centrocampista argentino Rivarola y el medio uruguayo Álvaro Gutiérrez. Y lo mejor de aquel curso en clave sportinguista fue el debut de un joven y prometedor delantero de 19 años salido de la prolífica Escuela de Fútbol de Mareo, David Villa, en la última jornada frente al Córdoba en Gijón.

La temporada del Sporting volvió a ser un fiasco y finalizaron en séptima posición, con 63 puntos, a 11 del ascenso y a 17 del Sevilla. El año ya se inició torcido y con un relevo en el banquillo. A Vicente Cantatore se le hicieron llegar los temores de que el equipo pudiera no estar bien preparado físicamente para afrontar el segundo tramo liguero, el técnico chileno no aceptó la incorporación de un nuevo preparador físico y decidió dimitir. Le sustituyó Pepe Acebal, que dejaba así de entrenar al Sporting B, al que se incorporó Marcelino García Toral como técnico. El cambio no ejerció de revulsivo y el equipo siguió instalado en la mediocridad. Paradójicamente, en los enfrentamientos directos con el Sevilla, salió bien parado el conjunto gijonés: victoria por tres goles a cero en El Molinón y empate a uno en el Pizjuán.
Para el Sevilla sí fue una temporada para recordar: su último ascenso hasta la fecha. Caparrós lograría el ansiado retorno a Primera División proclamándose campeón de Segunda de forma holgada. El utrerano llegó al Sevilla de la mano del entonces presidente, Roberto Alés, y de su director deportivo, Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi, y a la primera cumplió el objetivo. Los sevillistas regresaban como campeones a la máxima categoría, asegurándose el ascenso tres jornadas antes de la conclusión del torneo. Fue el 3 de junio de 2001 cuando el Sevilla certificó de manera oficial su ascenso gracias a un triunfo en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ante uno de los conjuntos que también estaba peleando en aquellos momentos por salir de la Segunda, el Tenerife.
Un solitario tanto de Podestá en la segunda parte permitió al conjunto dirigido por Joaquín Caparrós sumar los tres puntos y conseguir el ascenso cuando todavía quedaban dos jornadas más por disputarse, poniéndole el broche a una gran temporada con victorias tan significativas como la del Villamarín (1-3). La celebración se inició en Nervión y tuvo uno de sus momentos más emotivos con la llegada del autobús del equipo al habitual lugar de las celebraciones, la Puerta de Jerez. Su once tipo estuvo compuesto por Notario, David, Pablo Alfaro, Prieto, Héctor, el ex sportinguista Fredi, Casquero, Podestá (Francisco), Gallardo (Tevenet), Zalayeta (Michel) y Olivera.
Con el Sevilla de vuelta a Primera y el Sporting resignado a la mediocridad en Segunda, arrancaba la temporada 2001-02. Los sevillistas pasaron a tener un presupuesto de 4.195 millones de pesetas e incorporaron a los ex sportinguistas Tomás Hervás y Mario Cotelo. También al delantero Moisés García, procedente del Villarreal, que fue el máximo goleador sevillista aquella temporada con 13 goles que contribuyeron a terminar en la zona noble de la clasificación, en la octava posición, muy cerca de los puestos europeos a pesar de ser un recién ascendido. La decepción llegó en la Copa por la temprana eliminación, en treintaidosavos de final, frente al Ciudad de Murcia (2-1).
El Sporting presidido en aquel momento por Juan Arango, que acuñó la mítica frase de «¡Véndovos Mareo!» ante la entonces alcaldesa, Paz Fernandez Felgueroso, estaba de saldo después de venderle al Ayuntamiento de Gijón, por 12 millones de euros, la Escuela de Fútbol de Mareo y las marcas del club, con el apoyo del PSOE y la negativa de PP e IU. El plan tenía una doble intención: preservar las instalaciones y ayudar así a la entidad, que estaba en claro riesgo de desaparición. La deuda del Sporting con la Agencia Tributaria había sido la causa. Hacienda aceptó que el Ayuntamiento le pagase con la operación de compra de la ciudad deportiva del Sporting 829 millones de pesetas de los 1.400 millones de la deuda del Sporting, pero exigía garantías de pago al club sobre las cantidades aplazadas. El asesor jurídico de José Fernández, Viliulfo Díaz, había ofrecido el traspaso de jugadores como garantías de pago, pero el Ministerio rechazó esa posibilidad y emplazó a la directiva de la sociedad a sucesivas reuniones con el propósito de buscar alternativas. El cuadro sportinguista obtendría 696 millones de pesetas en dinero líquido al vender las instalaciones de Mareo al Ayuntamiento, con lo que pudo pagar las fichas de los jugadores antes del 31 de julio de 2001 y evitar el descenso directo a Segunda División B. Vamos, que a la entidad de Fernández le pudo pasar seis años después lo mismo que al Sevilla en el verano del 95.

Pero la liquidación total por quiebra no terminó con la venta de Mareo; el 1 de agosto de 2001, días después de la compra de la Escuela de Fútbol, el Ayuntamiento asumió la adquisición de las marcas del Sporting porque la situación económica del club seguía siendo delicadísima, al borde de la desaparición y acosado por deudas millonarias a la Agencia Tributaria, a los jugadores y a los empleados. El montante de la operación se cifró en 3.005.060,52 euros –500 millones de pesetas al cambio en la época-. La venta, tanto de las marcas como de Mareo, permitió al Sporting seguir adelante en el momento más crítico a nivel económico de su historia y afrontar la cuarta temporada consecutiva en Segunda.
Los de Pepe Acebal concluyeron la temporada 2001-2002 en sexta posición con 64 puntos, a cinco del ascenso. El langreano David Villa, tras debutar en el último partido de la campaña pasada, ya era el jugador a seguir y el mayor motivo de orgullo sportinguista con sus 19 goles. Eso sí, la Liga deparó remontadas tan sonrojantes como la del Levante (4-3) y alegrías esporádicas como la goleada al Oviedo en el derbi de los treintadosavos de Copa (4-2), donde los rojiblancos llegaron hasta octavos de final y les eliminó el Villarreal (2-4 en El Molinón y 3-1 en El Madrigal) tras eliminar al Alavés en dieciseisavos (2-0).
Pese a que su situación económica era mucho más desahogada que la del Sporting, en el Sevilla hubo un relevo en la presidencia: Roberto Alés finalizaba su mandato el 27 de mayo de 2002 y pasaba la dirección del club a manos de José María del Nido. El primer mandato de Alés se recuerda por haber conseguido disminuir la deuda del club para convertirlo en un ente con estructura empresarial. Su principal acierto fue encomendar a Monchi la dirección deportiva para buscar una plantilla modesta económicamente y a la vez competitiva, trabajo que sigue cumpliendo a la perfección. En el banquillo sentó a al utrerano Joaquín Caparrós, que supo sacar el máximo rendimiento de los jugadores que tuvo bajo sus órdenes, logró el ascenso en 2001 y consolidó al equipo hasta dejarlo a las puertas de Europa en su primera temporada en Primera. Ahí se edificaron los cimientos de un proyecto ganador que continúa casi dos décadas después.

Con el abogado Del Nido al frente, se ratificó a todo el equipo técnico del club encabezado por Caparrós como entrenador y Monchi como director deportivo. Bajo la tutela de ambos, el club siguió luchando por mantenerse en Primera sin perder de vista los puestos europeos. En la temporada 2002-03, el Sevilla terminó en la zona media de la clasificación (10º) en un curso marcado por el desafortunado incidente producido el 6 de octubre de 2002 en un derbi contra el Betis en el que un menor propinó, junto a otros tres jóvenes, una paliza a un vigilante de seguridad momentos antes del partido. Por este incidente, el Sánchez Pizjuán fue clausurado durante cuatro partidos, siendo el mayor castigo impuesto jamás a un club de Primera División. En aquel Sevilla empezaba a despuntar un joven José Antonio Reyes, el máximo goleador sevillista con 8 tantos, mientras dos ex sportinguistas como Marcos Vales y Fredi se asentaban en la titularidad. Esa temporada dejó para el recuerdo goleadas como la endosada a un Barça en crisis galopante en el Camp Nou (0-3). Y en Copa, el Sevilla alcanzó los cuartos de final donde cayó frente a Osasuna de manera muy apretada (1-1 en el Pizjuán y 3-2 en el Reyno de Navarra).
Al lado del Sporting, la temporada del Sevilla fue una balsa de aceite. Y no por factores deportivos precisamente: el conjunto gijonés terminó en mitad de la tabla, décimo, muy lejos otra vez del ascenso. Después de todo lo que ocurrió aquella campaña, resultaba hasta previsible y de agradecer. El curso ya empezó convulso por el traspaso del central Pablo Amo al Deportivo de La Coruña después de la primera jornada. Los nuevos fichajes fueron David Bauzá, Cristian Díaz y Tasevski, pero el estandarte era Villa, asentado en la delantera, consolidado como gran goleador y único motivo de orgullo sportinguista a base de hat tricks como el que le metió al Racing de Ferrol en El Molinón (3-2) o su gesto de mandar callar a la afición del Oviedo tras marcar en un derbi jugado en mayo de 2003 en el Tartiere y donde los rojiblancos terminaron perdiendo (2-1). Fue el último derbi del Guaje y el último derbi asturiano en categoría profesional hasta 2017 por el descenso del Oviedo a Tercera División ese año y su década posterior (2005-2015) en Segunda B. Villa se despidió del Sporting con 21 goles en 40 partidos.

Siguió en el banquillo el mismo entrenador de la temporada anterior, Pepe Acebal, pero fue relevado en la quinta jornada tras no ganar ni un solo partido. Le sustituyó Antonio Maceda, que se estrenó perdiendo por cuatro goles a cero en el Carlos Belmonte ante el Albacete, y pudo resistir hasta el final de la temporada al mantener al equipo en tierra de nadie, pero sin caer al pozo del descenso. La segunda vuelta empezó con un escandaloso partido contra el Numancia en El Molinón, en el que el equipo soriano acabó con 9 jugadores, se produjeron incidentes en la grada, entre los propios jugadores y se lanzó una navaja al césped. El encuentro estuvo suspendido durante 7 largos minutos que más tarde le acarrearían al Sporting 3.000 euros de multa y el cierre de su estadio por primera vez en toda su historia. Antes de eso, el presidente, Juan Arango, terminó presentando la dimisión y siendo sustituido el 11 de noviembre por Manuel Vega-Arango, alegando la falta de ayudas por parte del Principado de Asturias. Pero lo más bochornoso fue la cámara oculta que grabó al máximo accionista José Fernández, al ex presidente Juan Arango y al gerente Alfredo García Amado negociando la venta del club y los beneficios a obtener por la operación. Y en enero de 2003, el árbitro balear Rodado Rodríguez se cruzó por primera vez en el camino del Sporting y no aceptó en una visita al Almería el uniforme rojiblanco, por coincidencia con la vestimenta de los almerienses, ni la blanca, ni la roja, que eran las de recambio. Con carácter de urgencia, en 48 horas, la firma Astore confeccionó un uniforme de reserva, con dos tonos azules, que desencadenó una formidable polémica popular al asociarse esta vestimenta con la del eterno rival, el Oviedo.

Como si fuera una partida de póker, la escalera de color sevillista siguió su curso después de asentarse en Primera durante dos temporadas. Y a la tercera fue la vencida: Europa. El Sevilla consiguió el anhelado objetivo de clasificarse para las competiciones europeas tras el sexto puesto de la temporada 2003-04. El triunvirato Del Nido-Monchi-Caparrós volvió a dar muestra de su buen hacer de manera que la evolución de aquel equipo ascendido en 2001 ya no se detuvo. El ex portero oviedista Esteban, un jovencísimo defensa de la cantera (17 años) llamado Sergio Ramos, una veloz pluma diestra también de la factoría de Nervión (18 años) de nombre Jesús Navas, “la Bestia” Julio Baptista y otra perla de la casa (19) como Antonio Puerta fueron las principales altas de ese curso, que se sumaban a Dani Alves, un alocado y deslavazado brasileño que había llegado en invierno por 800.000 euros como una incógnita en ciernes y que acabó convirtiéndose en el mejor lateral derecho del mundo, y uno de los mejores de la historia, tras encarrilarse con Caparrós. Ese Sevilla ya no iba de farol y el 9 de noviembre de 2003 le endosaba un soberano 4-1 al Real Madrid, vigente campeón y entonces colíder del campeonato, al que pasaron por encima como un auténtico torbellino futbolístico que hizo irse al descanso a los sevillistas ganando por cuatro goles a cero. Ronaldo, que en aquel momento era el indiscutible referente goleador madridista, acortó distancias en el segundo tiempo pero no hizo más que maquillar el resultado.

Tres años después del ascenso, el Sevilla ya era uno de los gallitos de Primera, clasificado para la UEFA, y semifinalista de Copa después de cargarse al Atlético de Madrid en cuartos (con un 4-0 en Nervión). Ya en semis, solo le frenó el Madrid de los galácticos derrotándole en la ida del Bernabéu (2-0) aunque casi le remonta y le tumba en la vuelta en el Pizjuán (1-0). Con los hispalenses recogiendo su vitola de “matagigantes” de Primera, el Sporting se motivó y protagonizó su mejor temporada en Segunda en muchos años pese al traspaso de Villa al Zaragoza en verano de 2003. Con un hombre de la casa como Marcelino García Toral sentado en el banquillo, el equipo se situó en los puestos de ascenso por primera vez desde su descenso a Segunda División en 1998. Todo cambió tras vencer al Numancia (1-0) en El Molinón, en un encuentro memorable que los gijoneses acabarían con 10 por la expulsión del central Cristian Díaz, pero el croata Mate Bilic marcó el gol de la victoria y un punto de inflexión a partir de ese día en el que nació el denominado “espíritu del Numancia”. El Sporting acabaría la primera vuelta líder y firmaría unos números arrolladores: 23 puntos de 27 posibles con 12 goles a favor y ninguno en contra.

La afición se volcó con el equipo y el cartel de «no hay billetes» se colgó varias veces en un Molinón convertido en el Anfield del Piles. La afición se desplazó masivamente a Eibar cuando más cerca veía el sueño del ascenso aquel bloque donde destacaban el guardameta Roberto, que establecería un nuevo record de imbatibilidad tras 831 minutos sin encajar un gol, Yago y Cristian Díaz en el centro de la defensa, la clarividencia de Dani Borreguero, el empuje de Juan, la ilusión de Samuel, la calidad de Pablo Álvarez, el talento de Rubén Suárez (el hijo de una vieja gloria como Cundi), los goles de Bilic, el derroche de Miguel… Ni los más viejos de “la tribunona” recordaban un Sporting tan generoso en el esfuerzo, tan ordenado, tan organizado, tan incisivo y que jugaba tan bien al fútbol. Posiblemente ya no se ha vuelto a ver algo así en Gijón. Hasta que se cruzó el nefasto arbitraje de Rodado Rodríguez en Eibar, donde los rojiblancos acabaron con tres jugadores expulsados (Yago, Cristian Díaz y David Bauzá) además del masajista; Rubén consiguió marcar el gol del empate (2-2) a dos minutos del final, pero aquel robo de Ipurúa terminó pasando factura a los de Marcelino, que volvieron a exhibirse frente al Cádiz (2-0) en la antepenúltima jornada, pero el sueño del ascenso se esfumó definitivamente en la penúltima batalla ante el Almería (2-1) en el estadio municipal Juan Rojas. El Sporting acabó quinto aquella temporada inolvidable en la que afición y equipo se volvieron a reconciliar por obra y gracia de Marcelino y sus jugadores.
Ya asentado entre los gallos de la Primera, el Sevilla afrontaba la temporada previa a su centenario con el reto de afianzarse en Europa. El quinto proyecto de Joaquín Caparrós llegaba con un pasaporte europeo bajo el brazo, buscando consolidarse entre los nobles de la Liga y tener todavía más mordiente con fichajes como el del brasileño Renato, piedra angular del ataque sevillista, para abrirse paso entre la maleza continental. El equipo hispalense disputaba ese curso competición europea y alcanzó los octavos de final, donde se le impuso el Parma italiano por la mínima (0-0 y 1-0), cuajando una buena actuación al superar la primera ronda ante el Club Deportivo Nacional portugués, la fase de grupos como segundos del H, por detrás del Lille, gracias a las victorias contra Alemannia Aachen (2-0) y AEK Atenas (3-2) y los dieciseisavos de final contra el Panathinaikos, ante el que fueron capaces de remontar la derrota de la ida en Grecia (1-0) en la vuelta en Nervión (2-0) En La Liga también cuajaron una gran actuación revalidando el sexto puesto de la campaña anterior, que les volvió a dar el ansiado billete para Europa, cumpliendo así el objetivo del curso con victorias tan importantes como la del Bernabéu en Navidad (0-1) con gol de Julio Baptista. Y en la Copa llegaron hasta cuartos de final tras eliminar al Algeciras, en segunda ronda, y al Recreativo de Huelva en octavos, pero se cruzó Osasuna, posterior finalista, tras remontar en el Reyno de Navarra (3-1) la victoria hispalense de la ida (2-1). Así se despidió Joaquín Caparrós, a lo grande, de su primera etapa como entrenador del Sevilla.
El Sporting arrancaba el año del centenario con la amargura derivada de una situación económica apuradísima y una mediocridad deportiva galopante. Bilic, Rubén, Valencia, Segovia y Cobas dejaban el club y llegaban incógnitas rebotadas de aquí y de allá como Biagini, Calandria, Pablo Lago, Neru, Ángel Pérez y un delantero brasileño con pasaporte italiano, cedido del Racing, llamado Arthuro. La mejor noticia es que Marcelino García Toral seguía en el banquillo, pero pronto se vio que el entrenador de Careñes nada iba a poder hacer para volver a meter al equipo en la lucha por el ascenso. Las lesiones diezmaron pronto al Sporting, con un comienzo de Liga irregular, que le llevó muy pronto a descolgarse de los primeros puestos. No pasaron del séptimo puesto en toda la temporada y la clasificación final fue una undécima posición que no estuvo a la altura de una institución centenaria, aunque sí de la última década.

Bastante bien fue la temporada deportiva teniendo en cuenta que el Sporting se declaró en concurso de acreedores en 2005, cuando la deuda se elevaba a 60 millones de euros. Jugadores y trabajadores del club estuvieron sin cobrar hasta el 9 de junio de 2005. Ese día, Eduardo Alonso escribió en EL COMERCIO, diario decano de la prensa asturiana:
«El consejo de administración hizo lo que se esperaba de él, lo que tanto había pregonado en los últimos días y lo que anhelaban los afectados con urgencia: saldar las mensualidades atrasadas -hasta seis en el peor de los casos- con trabajadores y futbolistas, incluidos los del equipo filial, una cantidad a la que habría que añadir la parte todavía pendiente de las fichas de la temporada pasada de estos últimos».
En mayo, la empresa Coral Golf había instado a la suspensión de pagos vía judicial, solicitando de esta manera el concurso de acreedores. Con jugadores y empleados sin cobrar durante varios meses, la tensión se cortaba en el entorno rojiblanco. El Sporting pagó los 1,2 millones adeudados (200 millones de las antiguas pesetas) a jugadores y trabajadores gracias a los pagarés entregados por la constructora Gesai, que había llegado a Gijón en 2004, cuando se hicieron con la opción de recompra que la entidad rojiblanca poseía sobre la Escuela de Fútbol de Mareo, propiedad del Ayuntamiento. El club atravesaba una situación económica crítica y Gesai abonó 1,8 millones de euros, que podían llegar a 30 en el caso de que se produjese la recalificación de los terrenos de Mareo, comprometiéndose a construir otro complejo deportivo en la parroquia gijonesa de Vega. Pero el Ayuntamiento se negó a recalificar Mareo y la operación quedó en punto muerto. Sin embargo, la intervención judicial sobre el club permitió saber que el Sporting estaba actuando como intermediario para que la constructora adquiriera opciones de compra sobre terrenos de Vega, lo que daría explicación al interés que Gesai tenía en invertir en el centenario club asturiano. La empresa presidida por el gallego Antonio Pinal también aportó esos 1,4 millones de euros necesarios para sufragar el importe de las fichas de los jugadores de la temporada 2004-05, antes de que entrase en vigor el proceso concursal que afectaba al club gijonés.
El club estaba intervenido judicialmente y un juez llamado Javier Antón Guijarro nombró a tres administradores concursales para evaluar la situación patrimonial del Club y autorizar cualquier decisión de los dirigentes en cuanto a fichajes y actividades económicas de la entidad. Eso ya pertenece a la temporada 2005-06, de la que ya hablaremos en la tercera entrega de nuestro serial comparando la trayectoria de Sevilla y Sporting durante el lustro 2005-2010.