Messi. Y si a Messi le rodeas de jugadores que sepan darle la pelota en el momento adecuado, el resultado casi siempre es el mismo. El planteamiento de Luís Enrique, sorprendente al inicio dejando fuera a Pedro, resultó ganador. El Barcelona ya suma las mismas Supercopas que el Milán con cinco, en lo más alto del palmarés. Pero la final no fue solo cosa de Messi. El Sevilla se dejó la vida y plantó cara. Sensacional el equipo de Emery. Y al final, ironías del destino, fue Pedro quien le dio el título al Barça.
Pocas finales se recuerdan con un comienzo tan fulgurante como la Supercopa de Europa de 2015. Y es que en el minuto 3, cuando los equipos se asentaban en el campo, Banega aprovechaba una falta al borde del área para batir a Ter Stegen con un gran lanzamiento. Pero cuatro minutos más tarde, un calco de falta pero en el área contraria era aprovechado por Messi para limpiar las telarañas de la portería de Beto con un pase a la red. Y en el 15, cuando el conjunto hispalense se recuperaba del empate tan rápido del Barça, Messi -¿quién si no?- batía de nuevo a Beto con un disparo que golpeaba en el palo y se colaba para adelantar a los de Luís Enrique.
Ahí la final cambió. El Barcelona dejó de lado el vértigo y aplicó su medicina favorita, el fútbol control. El Sevilla sufría demasiado con un mediocampo en el que Banega y Krohn-Deli eran incapaces de recuperar un balón. Con Krychowiak como central la capacidad de robo y presión de los de Emery se redujo al mínimo. Mientras, el Barça dormía la pelota a la espera de encontrar a Messi. Cuando el argentino recibía, driblaba, tocaba, asistía. En el 28 el asistente del colegiado anulaba un gol legal de Luís Suárez tras un pase de la muerte de Mathieu tras una gran jugada de equipo culé. El Sevilla se aproximó muy puntualmente al área de Ter Stegen. Un disparo lejano de Banega y una ocasión de Gameiro en la que al francés se le hizo de noche.
En esas, una falta a favor del Sevilla y horrorosamente sacada permitió un mano a mano de Suárez con Beto. El guardameta sevillista despejó con el pie y su rechace acabó de nuevo en los pies del uruguayo, quien tuvo todo el tiempo del mundo para asistir a Rafinha y hacer subir el tercer tanto al marcador. Así se llegó al descanso, con el Barcelona aprovechando su pegada y el Sevilla acusando más que nunca las bajas de sus centrales.
En el inicio de la segunda mitad Emery decidió jugar a la ruleta rusa y empujó a los suyos hacia arriba. Quizás en otro tiempo el Barcelona hubiera sufrido, pero ahora si le ofrecen espacios los aprovecha de maravilla. En el ida y vuelta y con una gran presión sobre la defensa sevillista, Tremoulinas regaló la pelota y Suárez esta vez no perdonó frente a Beto. Pero el Sevilla no es de esos equipos que se rinden. Ya en la temporada pasada remontó un partido que tenía perdido frente al Barça en el Pizjuán y en esta final no iba a ser menos. Así, en el 56 una contra rápida de los de Emery terminó con Reyes en boca de gol batiendo a Ter Stegen. Con media hora, todavía no estaba ni mucho menos hecho para el conjunto de Luís Enrique.
El partido entró entonces en un tramo de pausa por los primeros cambios y porque el Barcelona buscó ante todo resguardarse con la posesión. Hasta que en el minuto 70 la final tomó otro color. Penalty de Mathieu sobre Vitolo y Gameiro no desaprovechó la ocasión de resucitar a su equipo: 4-3. Había final. Y siguió insitiendo el Sevilla, todo carácter, mientras el Barça se diluía en defensa, esperando una contra de Messi y Suárez que cerrara la final.
Emery entonces sacó el arsenal que le quedaba en el banquillo con Mariano e Immobile, poniendo así a Krychowiak en el centro del campo. Quedaban diez minutos y fue Konoplyanka quien llevó a la gloria a la afición sevillista. Parecía increíble que los sevillistas remontaran el 4-1 y sí, lo hicieron. Con mucho carácter. Y aprovechando el bajón del Barcelona después de la marcha de Iniesta. El partido murió en su tiempo reglamentario con dos faltas lejanas de Messi. Con los rostros desencajados de los jugadores del Barça y con la moral por las nubes de los del Sevilla.
La prórroga llegó entonces como un reto al físico de los jugadores de ambos equipos por lo pronto que se disputa esta competición. Ahí el Sevilla volvió al planteamiento inicial de esperar al Barcelona, esperar un error aprovechando que el físico acentuaba el nivel de imprecisiones en el juego culé. De hecho, los 30 minutos de la prorróga fueron un monólogo barcelonista pero sin profundidad, buscando exageradamente a Messi mientras el Sevilla buscaba la contra que decidiera el partido a la espera de los penaltis. Y en el 114 cambió todo, otra vez.
Pedro, el desterrado. El que tenía un pie en el Manchester United (¿todavía lo tiene?). Falta que bota Messi y que rechaza la barrera. El argentino remata el despeje de primeras y Beto, sensacional, saca un balón imposible abajo. Pero su rechace queda a los pies del más listo. De Pedro. ¡Cuántas cosas ha dado Pedro al Barcelona! Ya fue el héroe del sextete de Guardiola y ahora vuelve a allanar el camino para el de Luís Enrique. Y a pesar de todo, el Sevilla tuvo un remate clarísimo de Ramí a puerta vacía para el empate.
El Barça está a una Supercopa de España y un Mundial de Clubes del sextete que tan grande hizo a Guardiola.
Ficha técnica:
Barcelona: Ter Stegen; Alves, Piqué, Mascherano, Mathieu; Busquets, Rafinha (Bartra, ’77), Iniesta (Sergi Roberto, ’62), Rakitic; Messi y Suárez
Sevilla: Beto; Coke, Ramí, Krychowiak, Tremoulinas; Banega, Krohn-Deli, Vitolo, Iborra (Mariano, ’79), Reyes (Konoplyanka, ’67); Gameiro (Immobile, ’79)
Goles: 0-1 (Banega, ‘3). 1-1 (Messi, ‘8). 2-1 (Messi, ’15). 3-1 (Rafinha, ’43). 4-1 (Suárez, ’51). 4-2 (Reyes, ’56). 4-3 (Gameiro, ’71). 4-4 (Konoplyanka, ’80). 5-4 (Pedro, ‘114).
Árbitro: William Collum. Amonestó a Krychowiak, Coke, Banega, Immobile y a Pedro.