El Sevilla vence 4-1 al Oporto en el Sánchez-Pizjuán, y vuelve a unas semifinales europeas.
Hoy es una noche para hablar poco de fútbol como tal. Del juego. De la técnica y la táctica. Hoy es una noche para lo mágico, lo fantástico, lo romántico. El fútbol se convierte en amor, y el amor es capaz de envolver una casa. Una casa llena con 40.000 personas, una plantilla y un cuerpo técnico. El amor nos llega a mostrar la unión entre una afición, y un equipo que responde siempre. El fútbol hoy nos muestra su mejor cara. La que demuestra que el propio fútbol no solo es saber jugar, que demuestra que hay infinitos factores que ayudan a que un equipo vaya creciendo a base de proezas. El fútbol es perder en la ida de una eliminatoria, y desear que pasen siete días para forjar la unión que se funda en remontada.
Sevilla. Un lugar privilegiado para vivir la pasión del fútbol. Con un equipo, que se planta en semifinales, tras ir 0-2 abajo en octavos de final, y perder 1-0 en Oporto, en cuartos. Hacía años que la afición sevillista no creía tan a ciegas en su equipo. Siempre se puede. Es la cuarta vez, de cinco, que el Sevilla remonta un 1-0 en contra. Aunque la primera que lo hace con tanta contundencia. La primera media hora fue un sueño. Apareció el Sevilla rompedor. El que sabe guardar sus espaldas y aprovechar la pólvora que nunca se moja arriba. Un minuto, y ya pudo marcar. Pero es que cinco después, un discutible penalti le sirvió para empatar la eliminatoria. El público, ya enchufado desde el inicio, saltó al terreno de juego. También jugaron. Tras el partido, en rueda de prensa, el entrenador del conjunto luso, ha reconocido que a su equipo le ha podido la presión de la “sensacional” afición sevillista. Y no se equivocaba, entre todos han puesto un 3-0 en treinta minutos. Tras el penalti transformado por Rakitic, una jugada de enorme calidad de Vitolo con disparo cruzado, dio ventaja en la eliminatoria al Sevilla. El tercero vino tras un disparo de Bacca, que entró tras un rebote. La locura invadía Nervión. Al Oporto le superaba la situación. Se encontró con un vendaval más que de fútbol, de intensidad. El teórico control portugués era en vano. No podían hincarle el diente al Sevilla. Sin Jackson Martínez arriba, la defensa sevillista se merendó a Ghilas y compañía. Pero si una ausencia se notó en el Oporto, fue la de Fernando. La solidez de la ida se desvaneció, el Sevilla contragolpeó y combinó siempre que pudo. Vitolo ha dado un festival de entrega. Fernando Navarro hizo que nadie se acordase de la ausencia de Alberto Moreno. El Sevilla en general, ha sido casi perfecto. Coke que estaba hundiendo en la miseria a todo un Quaresma, dejó al Sevilla con diez en el minuto siete de la segunda parte. Con 3-0. La eliminatoria cambió. Y se vio al mejor Sevilla, y salió el jefe. Federico Fazio es una bendición de Dios. Lo gana todo por arriba, lo gana todo por abajo, manda, grita, pelea, y nadie le tose. Su temporada es descomunal, su partido imperial. Fazio se convirtió en comandante de un equipo de diez hombres, que empezaba por Beto. El ex del Oporto, salvó al Sevilla del 3-1 con una parada de época. La velocidad de Gameiro, fresco, tras sustituir a Bacca, aniquiló el control y las pocas ganas que le quedaban a los portugueses. Un rebote, solo tuvo que ser empujado por el francés, para apuntillar la eliminatoria, y conceder el pase del Sevilla a semifinales. El gol de Quaresma, anécdota.
No cabía más felicidad en Nervión. El equipo aun cansado y con diez, se veía alegre, luchador. La grada insuflaba el aire que le faltaba a los suyos, y los blanquiazules claudicaron. El Sevilla, el Valencia, el Benfica y la Juventus, estarán mañana en el bombo. Serán los protagonistas del sorteo. Tercera semifinal europea del Sevilla. Las dos anteriores conquistó este mismo título de distinto nombre. Este equipo está imparable. De su estadio emana una mezcla entre magia y pasión. El ser un equipo históricamente sufridos como muchos, y que hace años que se mantiene arriba. A la mínima que surge la oportunidad, este equipo y su gente son capaces de llegar a lo más alto. El fútbol no es solo juego. El amor, la pasión, la entrega, es lo que de verdad permite que disfrutemos de noches históricas como esta.