Alberto Arauz (@Arauz84)
Siempre tiene hambre. Cristiano Ronaldo no rechaza jamás ni el entremés más nimio. Su voracidad parece no tener límites. En la matinal del Bernabéu, asestó tres dentelladas al Getafe y pareció dejar hueco en su estómago para el plato fuerte que aguarda el miércoles. Con el portugués como bandera y un Özil que desborda genialidad, el Barcelona se antoja más comestible de lo que parecía hace un mes.
La tempranía del horario quedó plasmada en el primer acto. Un Madrid aún legañoso y con síntomas de pereza, se dio 45 minutos para por fin despertar. Sin el faro sobre el campo (Xabi Alonso), Modric no iluminaba como de él se supone. Los azulones parecieron empeñados en dar placidez a la mañana de Adán. El que no gozaría de ese privilegio sería Moyá. Encajó 4 goles, pero bien pudieron ser 10.
Los blancos salieron enrabietados del intermedio. El equipo volvió a esbozar los brillantes trazos que ya dibujara en Valencia. La electricidad y el vértigo impregnaban cada acción de los de Mou, y el Getafe cayó fulminado. La lata se abrió de la manera menos lustrosa. En un córner enrevesado en el que Moyá suplicó falta de Carvalho, Sergio Ramos alojaba en la red el cuero con la planta de su bota. Con el marcador en franquía, un huracán llamado Ronaldo pasó por el Bernabéu. Sin casi pestañear, ejecutó a los getafenses tirando de lo más amplio del repertorio. Primero con la zurda, después con la testa y de penalti para terminar, se regaló su enésimo hat-trick antes de irse a descansar y volver a inyectar otra dosis de autoestima a la espera del gran clásico. Con esta fiera en el campo, no hay razón para dudar.