Jimena Bañuelos (@14ximenabs)
Me vienen a la memoria… Los Beatles, Abba, el Equipo A, las tortugas Ninja… Todos ellos tienen algo en común: Son cuartetos. Y precisamente, los cuatro goles que marcó el Borussia Dortmund al Bayern de Múnich en la final de la Supercopa de Alemania serán recordados por muchos. En el estadio lo vivieron ochenta mil aficionados pero una victoria como la de anoche da mucha moral. Quedan menos de quince días para que empiece la Bundesliga y, de momento, los de Klopp ya han avisado.
Era el primer título al que optaba Pep Guardiola. La era de Heynckes terminó levantado copas y la de Guardiola ha comenzado con la primera derrota. No sirven de excusa las bajas. El partido prometía espectáculo y no defraudó. Eso sí, el Borussia necesitó cinco minutos para inaugurar el marcador. Los errores se pagan caros y el de Starke lo supo aprovechar a la perfección Reus. El delantero hizo estallar a los amarillos. Iban por delante en el marcador y jugaban en su fortín: El Signal Iduna Park.
El primer gol no cayó bien a los muniqueses. Hasta Guardiola no pudo disimular su sorpresa. Pero todavía quedaba mucho partido y desde luego, la emoción estaba asegurada. Los minutos pasaban y las ocasiones no cesaban. El Dortmund quería sentenciar y el Bayern empatar y remontar. Se llegó al cuarenta y cinco y todo seguía igual. Todo menos las pulsaciones de los aficionados. Menos mal que los quince minutos de descanso dieron un respiro a todos.
Tras la reanudación, se espera buen fútbol, y lo hubo. En el cincuenta y cuatro, Robben abría la puerta de la esperanza al conjunto bávaro. El empate a uno volvía a dejar a la copa sin dueño. Los nervios estaban a flor de piel, pero Klopp mantenía la calma. Confiaba en sus jugadores y pocas instrucciones les daba. Guardiola algo más nervioso, estaba muy atento a los suyos. Poco duró el empate, porque en el cincuenta y cinco, Van Buyten marcaba en propia puerta. El Borussia volvía a estar por delante en el marcador. Todo hacía presagiar que el fútbol quería ser justo con los de Klopp. A más de uno le vino a la mente la derrotar en la final de Wembley de la Champions… Y, un minuto más tarde, Gündogan hizo el tercero. El gol del centrocampista auguró que la copa se quedaba en casa. El marcador mostraba un tres a uno aunque todavía quedaba espectáculo por ver.
Mientras los dortmuneses estaban muy orgullosos de ir ganando al “todopoderoso” Bayern, los de Múnich pensaban cómo remontar ese resultado. Seguían peleando y lo demostraron. Robben, de nuevo, volvió a marcar. Con un remate rasante sorprendió a Weidenfeller. El Bayern se teñía de esperanza. Tres a dos en el minuto sesenta y cuatro.
Los corazones a todo latir. Los hinchas amarillos restando segundos para el pitido final. Los bávaros soñando con el gol del empate. Dice el refrán que el tiempo es oro, y anoche, más que oro, era una copa. En el ochenta, falló Müller y en el ochenta y seis, Reus sentenció haciendo el cuarto. Los de Klopp conseguían la copa. La última vez que la levantaron fue en el 2008.
Había mucha expectación en este partido. El Bayern venía de hacer un triplete en la temporada pasada. El Borussia, en cambio, quedó segundo en la Bundesliga, fue finalista en la Champions y fue eliminado de la Copa de Alemania por el Bayern de Múnich. Eso sí, un Bayern que estaba a las órdenes de Heynckes. Ahora el mando lo tiene Guardiola, la primera copa ya la ha perdido. La próxima será la Supercopa de Europa ante el Chelsea de Mourinho. Tiene tiempo Pep para hacer examen de lo sucedido anoche. La afición dortmunesa ya está celebrándolo, no es para menos, hasta mi amigo Rafa lo veía complicado. Pero orgulloso de su equipo confiaba en ellos. Los bávaros, si algo tienen claro, es que es que dos y dos son cuatro.