El Villarreal consigue una merecida victoria en El Molinón que le mantiene en los primeros puestos de la clasificación con una extraordinaria actuación de Pato. Los de Abelardo siguen terceros por la cola y desaprovecharon la oportunidad de hacer pasar al Valencia la Navidad en descenso. Nada tuvo que ver este partido con el de la última jornada de la pasada Liga.
“Ah, cómo hemos cambiado. Qué lejos ha quedado aquella amistad”. No, nos pondremos a cantar, aunque casi sería mejor cantar para olvidar. Quizás arrancarnos por Presuntos Implicados ejerciera una suerte de efecto terapéutico para sobrellevar mejor la enorme lágrima que es actualmente el Real Sporting de Gijón (y todo lo que le rodea). Quién lo diría hace poco más de medio año cuando mantearon a Abelardo en El Molinón para celebrar la permanencia conseguida precisamente después de ganar, oh sorpresa, al Villarreal. Parece que ha pasado un siglo desde aquel 15 de mayo y solo han transcurrido siete meses. El entrenador sigue, la plantilla sufrió un profundo lavado de cara después de 13 altas y 13 bajas y la directiva sigue bien apoltronada en el palco. Ahí se sienten fuertes.
¿Porque seguimos siendo amigos de Abelardo, verdad? ¿Ya no? ¿Y eso por qué? ¿Ahora le cantará el sportinguismo aquello de “por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta”? Pues nada, señora, tendremos entonces que abrazarnos a las letras de Pimpinela y cantarle al desamor al más puro estilo Mecano para echarle la culpa a alguien de nuestros problemas. Seamos serios, justos y razonables: lo último que le falta al sportinguista medio para hacerse el harakiri y consumar la tremenda huída hacia adelante que vive desde 1992 esta entidad, con 111 años de historia, es ponerse a cantar el “Abelardo vete ya”. Como si pedir la marcha/dimisión de Abelardo no supusiera renegar del propio sportinguismo y escupir a uno de sus mayores símbolos, a un hombre de la casa que hizo historia como jugador y la está haciendo, en las buenas y las malas, como entrenador. ¿Creemos o no creemos en Mareo?

Abelardo fue manteado en El Molinón después de que el Sporting se asegurara la permanencia tras ganar al Villarreal en la última jornada de la pasada Liga
Por muy mal que lo haga Abelardo, que lo está haciendo y los resultados cantan, no surgió por generación espontánea. Alguien lo puso ahí y le dio plenos poderes para hacer y deshacer. Porque él es el principal responsable de la planificación deportiva del Sporting por encima de Nico Rodríguez, una especie de llavero de los Fernández, y las recomendaciones puntuales que puedan llegar desde Barcelona, que no regala duros a cuatro pesetas y cede a Halilovic y a Douglas para rodarlos y darles los minutos que no pueden tener en el Barça. Por muy sportinguista que sea Luis Enrique, que lo es, ante todo es un profesional, responde a los intereses del patrón que le paga el jornal y mira sobre todo por sus intereses. Como cualquier hijo de vecino. Así que las reclamaciones, a la casina de cristal. No, no va por usted, señora; sí le digo a usted, caballero. ¿Qué ha hecho usted para evitar la decadencia del Sporting? Aproveche las fiestas navideñas y dele una pensada a esto. Gracias.
Igual que los matrimonios son “en la salud y en la enfermedad”, la confianza en un entrenador también lo es. Recuérdese que Abelardo cogió a un equipo que estaba muerto con Sandoval a cinco jornadas del final de la Liga Adelante 2013-14, venía de perder 1-0 contra el Alcorcón y vagaba con más pena que gloria por la categoría de plata del fútbol español. El de Pumarín lo resucitó, lo metió en el playoff por el ascenso y se quedó apeado en las semifinales de la promoción ante una Union Deportiva Las Palmas a la que, ese curso, no se pudo ganar ni un solo partido.
Un año después subió al equipo en Sevilla, en una tarde con un final angustiosamente maravilloso para el sportinguismo gracias a un gol del Lugo, un equipo que no se jugaba nada, ante el Girona, que estaba siendo el gran rival del Sporting por el ascenso y ante el que no se había pasado del empate (1-1 en El Molinón y 0-0 en Montilivi) en los dos partidos que se jugaron contra ellos en aquella temporada 2014-15, la primera completa con el Pitu en el banquillo. Así pasó a la historia gracias a un equipo de guajes que estuvo 20 partidos sin perder. En esa plantilla estaban chavales como Jony Rodríguez, un guaje de Cangas del Narcea al que hizo debutar Abelardo precisamente justo después de asumir las riendas del equipo la campaña anterior.
Confió en Jony, como también confió en Nacho Cases, Sergio Álvarez, Lora, Luis Hernández o Guerrero, que ya estaban en el primer equipo, y como también promocionó a Carlos Castro, Pablo Pérez o Rachid. Con ellos, más los refuerzos de los cedidos Halilovic, Mascarell y Sanabria, el Sporting consiguió mantenerse en Primera División la temporada pasada. ¿Y cómo lo consiguió? Pues a base de alma, corazón y orgullo, como no puede ser de otro modo tratándose del Real Sporting de Gijón, ganando en la última jornada en El Molinón al Villarreal, un equipo entrenado entonces por un paisano de Careñes llamado Marcelino García Toral, un sportinguista por los cuatro costados, al que inexplicablemente no han reconocido todavía con la insignia de oro y brillantes de la entidad.
Pero si un padre tuvo el Sporting de los guajes, ese fue Abelardo Fernández, que quede claro. Conviene recordarlo justo ahora que vienen mal dadas, cuando el equipo vive estancado en la antepenúltima posición, no sale del descenso y desaprovechó la oportunidad de puntuar este sábado y el domingo pasado para hacerle pasar al Valencia las Navidades más convulsas de su muy ajetreada historia en los puestos de descenso. Lo que ocurre es que el Valencia es el Valencia, uno de los equipos más grandes del fútbol español y hace una década escasa ganaba ligas y torneos europeos, mientras que el Sporting es el Sporting. Y a ese mantra nos seguimos agarrando para disimular unas miserias cada vez más indisimulables. Pudo ser el Valencia, de hecho lo fue en los años setenta y ochenta aunque no ganase títulos, pero desgraciadamente eso ya quedó atrás. El Sporting no es ni siquiera el Villarreal, un conjunto que en 1992, cuando empezó la travesía del desierto en Gijón, estaba en Segunda División B, mientras que el sportinguismo estaba en Primera y jugando la Copa de la UEFA. Sí, qué lejos ha quedado aquello. De que eso haya quedado tan atrás tampoco tiene Abelardo la culpa.

El Villarreal demostró en El Molinón que es un equipazo y por qué está a años luz del Sporting a día de hoy.
Ese Villarreal que hace unos años estaba a un munido futbolístico de distancia, adelantó por la izquierda y por la derecha al Sporting, para ser ahora uno de los mejores equipos del fútbol español, pasearse con garbo por Europa y ser un hueso tan duro de roer para los grandes que el lunes pasado le metió un 3-0 al Atlético de Madrid en El Madrigal. ¿Qué envidia, verdad? Pues eso lo pudo ver usted, con sus propios ojitos, en Gijón. El equipo hoy entrenado por Fran Escribá demostró en El Molinón que es un equipazo con mayúsculas, dominando claramente la situación (bajo la batuta de dos ases del fútbol-control como son Bruno Soriano y Manu Trigueros en la zona de máquinas), y con un mago brasileño llamado Alexandre Pato dando una lección de fútbol en los metros finales. La ovación que le tributó El Molinón cuando se fue sustituido demostró, al margen del buen paladar futbolístico que aún atesora el templo, las cosas buenas que tiene la máxima categoría; por ejemplo, ver en directo a uno de los jugadores brasileños con más calidad.
Aquí lo tenemos muy claro. No debería dimitir Abelardo. Que lo tire el dueño, que fue el que lo nombró y le dio plenos poderes para hacer y deshacer a su antojo. Ya está bien de arremeter contra el eslabón más débil. Si tiene que dimitir alguien, que dimita el clan que ha hundido al Real Sporting de Gijón en la miseria. Si el Sporting es una banda por culpa del entrenador, es lo que lleva siendo desde hace décadas a pesar de que por aquí pasaron señores de los banquillos como Ciriaco Cano, Marcelino García Toral o Manolo Preciado. Igual el problema está en el palco y no en el banquillo, siendo los gerifaltes del club los absolutos culpables de que al equipo gijonés ya no lo reconozca ni la madre que lo parió. Si el fundador de esta institución, Anselmo López, levantara la cabeza se volvería a caer del susto. “¿Qué habéis hecho con mi Sporting?”, se preguntaría. Y volvería a descansar en paz.
Pato ejerció de Messi
Lleva el número 10 en la espalda y se mueve como una bailarina por todo el frente del ataque, pero no hablamos de Messi porque ni es argentino, ni juega en el Barcelona. Es brasileño, juega en el Villarreal, responde al nombre de Alexandre Pato y también es un artista del balón. Lo demostró en un primer tiempo excepcional en El Molinón. Fue el indiscutible MVP. Solo le faltó el gol, aunque bien se le puede atribuir a él el segundo tanto del Submarino amarillo: hizo un jugadón impresionante hasta la cocina del área del Sporting, allí definió con un disparo cruzado que, como dirían los clásicos, llevaba marchamo de gol pero fue Sansone, máximo goleador del Villarreal en esta Liga (6 goles), quien la empujó en última instancia y en la misma línea.
Antes del segundo gol, el propio Pato había dejado un nuevo jugadón para la galería que salvó Cuéllar in extremis. El brasileño fue un peligro constante desde que empezó el partido aunque no participase activamente en el primer gol firmado por Jonathan Dos Santos, otro golazo por cierto, para culminar otra maravillosa acción colectiva del Villarreal. Y por segunda semana consecutiva fue goleador Dos Santos, que ya marcó el 2-0 contra el Atlético el pasado lunes. El 0-2 se presentaba como un obstáculo insalvable y tan mal vio Abelardo a su equipo, impotente e incapaz ante la portería de Sergio Asenjo, que introdujo un doble cambio en el minuto 35 para dar entrada a Burgui y Nacho Cases por Babin y Rachid, una atrevida apuesta que retrata el estado de desconcierto y ansiedad del entrenador rojiblanco. ¿Qué clase de broma y de lujo inexplicable es que Nacho Cases no sea titular indiscutible?
Los cambios mejoraron al Sporting, se adueñó del balón y trató de manera infructuosa de poner cerco a la portería del Villarreal, que sembraba el caos a la contra por medio de ese genio brasileño llamado Pato. Aún así no hubo más goles antes del descanso y en la reanudación se presentaba la oportunidad de recortar distancias y tratar de maquillar el resultado a pesar del enorme universo futbolístico que separa hoy por hoy a los dos equipos que se enfrentaron este mediodía en El Molinón. Daba igual que los locales tuvieran el balón y aumentaran la presión, los visitantes estaban cómodos y causaban estragos en sus ataques. Se plantaban con una facilidad escandalosa en el campo sportinguista y Pato traía de cabeza a los zagueros rojiblancos, especialmente a Amorebieta, que vio una merecida tarjeta amarilla en el minuto 54 por hacerle una escandalosa falta sin opción de jugar el balón. Esa cartulina acarrea suspensión e impedirá al defensa venezolano jugar el primer partido del próximo año contra Las Palmas. ¿Se borró? Solo él lo sabe, pero Abelardo sustituyó al jugador más expulsado de la larga historia del Athletic Club de Bilbao, ocho minutos después, por el canterano Juan Rodríguez.

Alexandre Pato y Jonathan Dos Santos fueron dos demonios en El Molinón que trajeron de cabeza al Sporting.
A los sportinguistas más románticos les hacían los ojos chiribitas viendo a dos guajes como Meré y Rodríguez formar la pareja de centrales del Sporting. El irresistible encanto de Mareo sigue creando sensaciones cuasi místicas a orillas del Piles. El nirvana se rompió cuando Pato cogía el balón, encaraba y sacaba a relucir su repertorio de gambetas, caños y filigranas varias. A eso no le hizo falta recurrir para marcar el 0-3, pues solo se limitó a empujar en el segundo palo la gran dejada que le hizo Sansone, devolviéndole así el favor que le había hecho a su vez el brasileño en el primer tiempo regalándole el 0-2. Igual por eso un crack como Pato solo ha marcado 5 goles con el Villarreal en 18 partidos en este curso. Es lo que tiene no ser titular indiscutible en un equipo tan competitivo como el castellonense, donde la titularidad no se regala, y donde se tiene que aprovechar de una epidemia de bajas como la que tiene el conjunto de Escribá (8 lesionados) para mostrar su ingente talento.
En los últimos minutos, pudo recortar distancias el Sporting con un cabezazo picado de Carmona, autor de 4 de los últimos 7 goles rojiblancos, para superar a Sergio Asenjo, uno de los mejores porteros y el Zamora de la categoría (qué tiempos cuando lo era Juan Carlos Ablanedo), que antes había salvado un mano a mano y un chutazo de Moi Gómez desde la frontal. Fue el último acto destacable de un partido bien ganado por el Villarreal, que consiguió así su segunda victoria a domicilio (no ganaba desde el triunfo por 0-2 contra el Málaga en La Rosaleda el pasado 10 de septiembre) y hurgó en la herida sportinguista.
LA FICHA TÉCNICA
Sporting: Cuéllar; Douglas, Babin (Burgui, minuto.34), Jorge Meré, Amorebieta (Juan Rodríguez, min. 69), Isma López; Carmona, Sergio Álvarez, Rachid (Nacho Cases, min. 34), Moi Gómez; y Čop.
Villarreal: Sergio Asenjo; Mario, Jonathan dos Santos, Pato (Leo Suárez, minuto. 86), Jaume Costa, Álvaro, Manu Trigueros, Sansone (Santos Borré, min. 80), Soriano (Rodrigo, min. 76) y Bruno.
GOLES
0-1. Jonathan Dos Santos, minuto. 11. 0-2. Sansone, minuto. 19. 0-3. Pato, minuto. 73. 1-3. Carmona, minuto. 88.
ÁRBITRO
Iñaki Vicandi Garrido, del Comité Vasco. Amonestó a Amorebieta y Nacho Cases por parte del Sporting. En el Villarreal vio una amarilla Soriano.
INCIDENCIAS
Mañana de sábado soleada en Gijón. Partido disputado en El Molinón con 19.900 espectadores en las gradas.