La vigente campeona del mundo y Europa encaja una manita (1-5) ante Países Bajos. Soberano repaso táctico de Van Gaal y sus hombres sobre Del Bosque y los suyos. Casillas no estuvo a la altura del escudo que defiende. Robben desencadenado. España, desconocida.
Alejandro Rozada (@alexrozada)
No vale perder de cualquier manera. Se puede caer con honor, decencia e incluso sin merecerlo. Lo que no es de recibo es hacerlo como se hizo en el Arena Fonte Nova. No fue una derrota sin más, fue una humillación. Un ridículo sin paliativos que nos remitió a dolorosos recuerdos como aquel 2-3 encajado contra Nigeria en el Mundial de Francia 98. Por aquel entonces, también vistió España de blanco y convendría darle un toque de atención al modisto para que no insista en una equipación que, salvando el paréntesis feliz de la victoria de Aarhum en 2007 (aquel glorioso 1-3 contra Dinamarca), la génesis de la mejor selección de la historia con Luis Aragonés al frente, no implica nada bueno para nuestro combinado nacional. Fue la mayor derrota de una vigente campeona en un partido mundialista. No se puede culpar al árbitro, ni a los rivales, ni siquiera al destino. España no estuvo a la altura de España. Así de simple.
No sabemos si fue un pecado de impotencia o soberbia; lo único cierto es que los españoles han pecado. Pecó Vicente del Bosque a la hora de confeccionar la lista prescindiendo de un porterazo como Diego López o convocando a un tipo como Xavi Hernández, que estuvo desaparecido en combate contra Países Bajos demostrando que sus mejores días han quedado atrás. Lo mismo se puede decir de Íker Casillas. Si Del Bosque tenía pensado comenzar la renovación del combinado nacional después de Brasil 2014, sus hombres se lo pueden poner muy fácil. Lo triste es que se tire por la borda de esta forma una cita mundialista. Algunos creían que eso solo pasaba con Clemente y le costó muy caro al de Barakaldo. Veremos lo que le depara el futuro al salmantino, pero si España cae en la primera ronda del Mundial habría que tentarse mucho la ropa y tomar medidas, quién sabe si se podría incluir alguna dimisión, destitución o retirada en el lote. Porque no hay nadie imprescindible en este mundo. Luis Aragonés dejó la selección después de besar la gloria en el Prater de Viena. Dignidad se llama.
Aun queda margen para desquitarse de la afrenta recibida contra Países Bajos, cierto es. Quedan dos partidos contra Chile y Australia, pero conviene ser cautos y prevenidos. Si España vuelve a ser ese ejército de once zombies que fue este viernes, habrá que ponerse en lo peor. Porque lo peor de esta manita no es la propia manita en sí, es el daño psicológico que esta goleada puede hacer en un grupo que a estas alturas de la temporada no está mentalmente preparado para soportar una afrenta de semejante magnitud. Pasen las soluciones por cambios en la alineación o por una buena reprimenda del seleccionador, se deben tomar medidas. El choque contra Chile está a la vuelta de la esquina y los precedentes no alimentan la confianza. Victoria por la mínima en Sudáfrica 2010 en un partido marcado por la sospecha de un acuerdo entre ambos combinados y empate agónico en un amistoso disputado en septiembre del año pasado. Y esta vez solo vale ganar. Un reto mayúsculo para España. La campeona debe imponer su estrella en una ocasión tan trascendente como esa; de lo contrario, cabe suponer que nuestra selección ha sido aplastada por el peso de esa estrella que luce en su camiseta y le ocurrirá lo mismo que a Francia en Japón y Corea 2002, o a Italia en Sudáfrica 2010. Adiós en la primera fase. Quién nos lo iba a decir. Todavía se puede evitar y esperemos que se evite.
El empate de Van Persie al filo del descanso rompió a España
Después de un arranque que respondió al guión preestablecido, con España dominando claramente la posesión y Países Bajos agazapada en su campo aguardando la oportunidad de salir a la contra, y como no podía ser de otro modo tratándose de la reedición de la última final, hubo tiempo para un deja vú. Sneijder se plantó delante de Casillas, no se venció el guardameta y despejó con su guante derecho, que volvió a aparecer cuando más se le necesitaba como ya apareció en el mano a mano con Robben en el Soccer City, aunque tuvo de su lado el factor suerte de que Wesley disparara al muñeco. Replicó Iniesta con un potente intento desde la frontal que se marchó arriba en el epílogo de los mejores minutos de la selección española.
Con gritos del público brasileño contra Diego Costa y patadas de los neerlandeses, el terreno de juego se convirtió en un campo de minas que los españoles intentaron burlar usando para ello su mejor arma, el balón. De Jong imponía su ley del juego duro en la medular y hasta Sneijder se arrancaba con alguna que otra zarascada, cebándose particularmente en Busquets. Hasta el propio Van Persie formó parte de la tiranía de las patadas y los golpes, que no por esperada deja de desagradar, dejándole un recadito a Ramos. La ensalada de golpazos solo se despachó en cuanto el árbitro amonestó a De Guzmán por derribar a Iniesta. Y es que el manchego, complementado por Silva e incentivado por la referencia atacante de Costa, comenzaba a capitalizar el juego español.
Los españoles comenzaron a soñar con el gol y terminó llegando gracias a una pillería de su estandarte ofensivo. Encara Diego Costa por el perfil izquierdo del área, amaga hacia dentro, se va al suelo al notar la entrada de De Vrij y Rizzoli no duda. Penalti. Al lanzamiento Xabi Alonso, le pegó con su pierna derecha, disparo ajustado al palo derecho y gol; el portero le adivinó la intención, pero no alcanzó el balón. El tolosarra anotó así su segundo gol en una fase final mundialista, premiando el dominio del combinado nacional.
Pero el gol fue una alegría pasajera. A la selección de Del Bosque se le atragantan los primeros partidos en las fases finales: ganó uno (2-1, contra Uruguay, en la Confecup 2013); empató otro (1-1, contra Italia en la Eurocopa 2012) y perdió el primero (0-1 contra Suiza en Sudáfrica 2010). Con este balance histórico, era lógico pensar en que España encajaría al menos un gol. Y lo encajó después de que Silva perdonara. Balón cruzado de Blind desde la izquierda al corazón del área y llegando desde atrás aparece Van Persie para cabecear bombeado por encima de Casillas, que se queda parado contemplando el balón colarse en su portería. Imponente remate del delantero del Manchester United en un momento clave, justo al filo del primer tiempo, y su celebración chocando los cinco con Van Gaal demuestra la importancia de un tanto que allanó el camino neerlandés. Y lo mejor para ellos todavía estaba por venir; la tortura española no había hecho más que empezar. El plan de Louis y los suyos estaba saliendo según lo previsto.
Pesadilla en el segundo tiempo
Cualquier expectativa de victoria, e incluso de empate, se desvaneció en la reanudación a la misma velocidad con la que Robben llevaba el balón cosido a su bota izquierda para causar estragos, a pierna cambiada, en la zaga española. El habilidoso extremo del Bayern Múnich, uno de los mejores jugadores del mundo, el eterno aspirante al Balón de Oro, se puso el partido por montera y trajo por el camino de la amargura a un desbordado Alba y a unos desesperados centrales; nadie era capaz de frenar al de Bedum. Cada intervención de Arjen ponía los pelos como escarpias a los hispanos, que se hacían cruces hasta cuando simplemente daba un pase hacia atrás. Un peligro constante. Y terminó ocurriendo lo inevitable: les rompió la cintura a Ramos y Piqué y engañó a un Casillas impotente al ver entrar el balón justo por el lado contrario hacia el que él había volcado su cuerpo. El mazazo sentó como una lluvia de clavos en los futbolistas de blanco que, a partir de ahí, se vieron incapaces de frenar el torrente futbolístico pergeñado por Van Gaal y sus hombres.
Volvió la Naranja mecánica de antaño. Y aunque ahora no cuenta con grandes nombres como Cruyff, Neeskens, Gullit, Van Basten o Kluivert, la actual selección de los Países Bajos fue un equipazo con mayúsculas, un torbellino de fútbol, capaz de desbordar la más alta de las presas. Tocaban y tocaban quebrantando así todos los guiones que atribuían un teórico y abrumador dominio de la posesión para los españoles, demostrando que Louis Van Gaal no es en absoluto un entrenador con vocación defensiva. Lo demostró, sin ir más lejos, en el Fútbol Club Barcelona, equipo con el que ganó, entre otras cosas, dos Ligas consecutivas (98 y 99). La presencia en la delantera de un killer del área como Van Persie, su buque insignia en labores ofensivas, era la culminación de un maquiavélico plan que sembraba el pánico en cada aproximación, reventando incluso la mismísima cruceta española con un derechazo que levantó al público de sus asientos, daba igual que fueran neerlandeses, españoles o brasileños.
Al mundo del fútbol no le quedó más remedio que rendir pleitesía hacia un combinado insaciablemente lanzado por las contras diabólicas de Robben, Sneijder, Blind, Janmaant y Van Persie. Entre estos cinco demonios, los hombres de Del Bosque no daban a basto y el juego de control y posición tan típico de La Roja brillaba por su ausencia. En este escenario tan vibrante, más de uno y de dos firmaban que el marcador se quedara en uno a dos; pero la herida fue aún mayor. Las jugadas de estrategia podían ser una película de terror. Y lo fueron. Casillas salió a por uvas en un lanzamiento de Sneijder desde la izquierda, recibió el pantallazo de Van Persie y apareció por el segundo palo Van Vrij para marcar el tercero viendo recompensado así su pecado de ingenuidad en la jugada del penalti a Costa. Otra vez la pelota parada jugaba una mala pasada a la selección de un Casillas incapaz de ver ni siquiera por dónde soplaba el viento. Y está claro que el viento sopla en su contra, como lo lleva haciendo desde que Mourinho le hizo chupar banquillo en La Rosaleda y desde que se retiró lesionado de Mestalla por aquella patada fortuita de Arbeloa. El curso 2012-13 le sigue pesando como una cruz al de Móstoles.
Cualquier aproximación, por mínima que fuera, ponía los pelos de punta a todos los españoles. Las dudas y el tembleque del portero contagiaban a todos como si fuera la más virulenta de las epidemias. Todos los malos augurios se consumaron en la jugada del cuarto gol neerlandés. Casillas, que no es ni mucho menos un derroche de la naturaleza a la hora de jugar el cuero con los pies, se empachó de balón y lo terminó pagando, porque por ahí andaba un tal Robin Van Persie que no es precisamente un piernas a la hora de presionar la salida de balón del rival. Le robó la cartera, la dignidad y todo lo que tenía a mano al guardameta español marcando el cuarto de la noche a puerta vacía ante la impotencia de un Ramos que esta vez no tuvo a su lado la flor de Lisboa. La cara de Íker después de semejante cantada era todo un poema, un vivo reflejo del sentimiento que recorría en ese momento a todo el pueblo español. Quién sabe lo que estaría pensado Jose Mourinho viendo semejante espectáculo. Entre tanto, el portero del Real Madrid, Diego López, en su casa y en familia, viéndolo por la tele después de someterse por la mañana a un duro trabajo físico, por su cuenta, en el gimnasio. Así es la vida y así de caprichoso es el mundo del fútbol. Y los otros porteros de la selección española (Reina y De Gea) contemplando atónitos semejante esperpento desde el banquillo, resignados por completo a su papel secundario.
El paso de los minutos se convirtió en una tortura, los españoles pedían la hora y los neerlandeses no se conformaban. Querían hacer más sangre. Tenían muy vivo en sus retinas el recuerdo de Sudáfrica 2010 y querían vengar aquella dolorosa derrota a lo grande. Cerrar esa herida con una goleada descomunal ante la vigente campeona del mundo podría servir como terapia de lujo. No se conformaban con el uno a cuatro, así que llegó el quinto, la manita. En un guiño despiadado del destino, un Robben desencadenado tuvo la oportunidad de reeditar la célebre jugada del Soccer City, aquel mano a mano que salvó Casillas in extremis con su bota derecha. Arjen se fue como una flecha hacia la portería española, dejó atrás a Ramos como un perro supera a un caracol, se plantó ante Íker y se vengó a lo grande. Le rompió con un regate majestuoso hacia dentro del área, se perfiló a su gusto para ensayar el disparo y solo cuando había calibrado exactamente la magnitud del ajusticiamiento que estaba efectuando, chutó a puerta marcando un golazo espectacular por el palo largo y dejando para la eternidad la instantánea del guardameta madrileño gateando frustrado para tratar de recuperar el balón en vano. Pocas maneras más despiadadas de ajustar cuentas se han visto en el mundo del fútbol. Pero de esto se trata este deporte tan voluble.
La humillación no deparaba ni siquiera el inútil premio del segundo gol español. El castigo era tan duro que no permitía ni otro mísero gol para maquillar el resultado. España lo intentó con más voluntad que criterio; pero entre que el árbitro se lavaba las manos porque no estaba dispuesto a señalar ningún penalti más, Torres pecó de lentitud en posición franca para marcar y Rizzoli le anuló a Silva un gol por un fuera de juego más que dudoso, lo mejor era llegar al final de los 90 minutos sin encajar más tantos. Porque Países Bajos tuvo la oportunidad de hacer más sangre todavía con dos remates consecutivos de Wijnaldum y Robben a los que, esta vez sí, respondió bien Casillas. Aterra observar el balance de los tiros a puerta de los neerlandeses: once disparos, cinco de ellos besaron la red y cuatro fueron salvados por el portero español. El dato invita a la reflexión. Deberían considerarlo Del Bosque y sus ayudantes a la hora de confeccionar la alineación para el duelo contra Chile, otro partido que se presenta peliagudo. Ahí queda la invitación. Todo sea por evitar otra manita como la encajada ante Países Bajos porque, de no evitarlo, la humillación a la vieja usanza recibida este viernes 13 de junio demostraría que la selección española ha recuperado la etiqueta de «pupas» del fútbol de naciones.
LA FICHA TÉCNICA
ESPAÑA: Casillas; Azpilicueta, Sergio Ramos, Piqué, Jordi Alba; Xabi Alonso (Pedro, min.62), Sergio Busquets; Silva (Cesc Fábregas, min.78), Xavi, Iniesta; Diego Costa (Torres, min.62).
PAÍSES BAJOS: Cillessen; Janmaat, De Vrij (Veltman, min.77), Vlaar, Martins Indi, Blind; De Jong, De Guzmán (Wijnaldum, min.62), Sneijder; Robben y Van Persie (Lens, min.79).
GOLES:
1 – 0, min.27, Xabi Alonso, de penalti.
1 – 1, min.43, Van Persie.
1 – 2, min.53, Robben.
1 – 3, min.65, De Vrij.
1 – 4, min.71, Van Persie.
1 – 5, min.80, Robben.
ÁRBITRO: Niccola Rizzoli (ITA). Amonestó a De Guzmán (min.25), De Vrij (min.40) y Van Persie (min.65) en Holanda; y a Casillas (min.53) en España.
ESTADIO: Arena Fonte Nova (Salvador). Terreno de juego en un aceptable estado. España vistió de blanco.
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