El delantero asturiano encabeza la manita del Barça al Córdoba
A falta de Messi, doblete de Alexis y gol de Thiago para finiquitar la eliminatoria
El potente Málaga de Pellegrini espera en cuartos de final
Por Alejandro Rozada (@alexrozada)
David Villa lleva una temporada luchando contra sí mismo y contra los elementos. Después de padecer una grave lesión, que le obligó a jugar un duro partido en la enfermería, el delantero asturiano pelea a base de goles por hacerse con un sitio en el once de gala del Fútbol Club Barcelona. Y como buen asturiano no sabe de rendición. Ya lo canta el famoso Melendi. A base de fuerza, pundonor, pasión y talento, pero sobre todo a base de goles, Villa intenta convertirse en uno de los fijos del equipo titular azulgrana. No necesita reivindicarse. Tiene muchos goles y mucho fútbol acumulado en sus piernas para andar con reivindicaciones a estas alturas. Es El Guaje, el máximo goleador de toda la historia de la selección española de fútbol. No hace falta que nos lea su currículum para saber que tenemos que contar con él. Pero a los más escépticos y despistados, les puede recordar tranquilamente que, tras su doblete de anoche ante el Córdoba, ya lleva 42 goles defendiendo la camiseta del Barça. Y si esto no es suficiente, esgrimirá la imponente cifra de 251 goles que acumula en sus cuatro clubes (Sporting, Zaragoza, Valencia y Barça).
Ayer, Villa fue el Nicanor Piñole del Barcelona. Igual que el mítico pintor gijonés reflejó en sus cuadros la belleza de los paisajes asturianos, el delantero langreano dibujó dos hermosos goles. Primero había abierto el marcador Thiago Alcántara que, tras un impecable control, definió perfectamente con la derecha en un remate raso que se coló por el centro de la portería de Saizar. Poco después, El Guaje paró el tiempo y se inventó un paisaje bellísimo por el costado izquierdo del área. Sacó de su maletín un caracoleo mágico que dejó sentado a su marcador, una croqueta similar a la que le hizo Ronaldo (el gordo) a Delfí Geli en un Barça-Atlético de Madrid de la Supercopa de España de 1996, y luego le picó el balón con suavidad al guardameta del Córdoba que solo pudo aplaudir la obra de arte del asturiano. Cuando todos estábamos rendidos a la filigrana genial del 7, volvió a aparecer otra vez con un disparo cruzado que, tras pegar en el poste, entró en la portería cordobesa. En un suspiro, Villa demostró que los asturianos son capaces de acariciar y golpear al mismo tiempo. El arte y la fuerza no son incompatibles. La calidad y la pegada son fundamentales para pintar un buen cuadro en el fútbol. Doblete que bien se merece la titularidad.
El Barça mató definitivamente la eliminatoria a los 26 minutos. Pudo caer algún gol más antes del descanso, pero no se sabe si fue el viento o los soplidos de los cordobeses lo que impidió que se colase el remate de Thiago desde la frontal y se estrellase el balón en el palo. Incluso Fábregas probó la elasticidad de Saizar con un disparo desde el centro del campo que detuvo en dos tiempos el portero guipuzcoano. Demasiado Barça para tan poco Córdoba. El segundo tiempo se antojaba un tormento para el equipo andaluz, aunque el primer mazazo fue para los poderosos anfitriones. Lesión de Sergi Roberto. Se rompió el canterano, que deberá permanecer cuatro semanas de baja. A partir de aquí, el protagonismo fue para Alexis Sánchez. El chileno avisó con una llegada desde atrás que le dejó solo delante del portero, se fue de él y remató un palmo a la izquierda de la portería cordobesa. Tuvo más acierto pocos minutos después. Como si midiera 1,90 y fuera un delantero tanque de los de toda la vida, marcó de cabeza el cuarto a la salida de un córner botado por Thiago desde la izquierda, propiciado por un remate de Song que complicó al guardameta vasco.
Igual que el mejor escribano echa un borrón, Villa emborronó ligeramente el atractivo paisaje que había pintado en el primer tiempo al verse obligado a abandonar el terreno de juego por unas dolencias musculares. Todos nos equivocamos, hasta los mejores pintores, aunque de sus equivocaciones luego pueden nacer verdaderas obras de arte. Y el colosal partido que jugó anoche El Guaje no se ensombrece ni por este percance. La dolencia, además, no reviste gravedad y se retiró por pura precaución. No conviene estropear un cuadro por darle retoques. Para toques y retoques los que realizó Alexis cuando se convirtió en Abreu. Tras un genial pase en largo de Thiago, se quedó solo ante la portería del Córdoba, se fue de su marcador, dribó al portero hacia su derecha y con toda la portería para él, resbaló y permitió que llegara Saizar para enviar el balón fuera. Increíble fallo del chileno, que no tardó en sobreponerse. La fortuna que le abandonó minutos antes, le acompañó después y le permitió cazar un rechace que culminó la manita. Él, que pasaba por ahí, se encontró con el caramelo y no tuvo dudas en lanzarse a por él.
Manita del Barcelona ante un voluntarioso Córdoba, que se mostró impotente ante el torbellino de juego azulgrana. No parecía necesario que el honorable equipo cordobés pasase por el duro trance de encajar cinco goles en el Camp Nou, con la eliminatoria sentenciada ya desde El Arcángel. Ni Messi se vistió. Ni la alegría de ver al Rey del fútbol se pudieron llevar los aficionados que se desplazaron a la Ciudad Condal en un admirable ejercicio de fe y pasión por el equipo califa. La Copa del Rey a doble partido no mola. Definitivamente. Aunque para los insaciables Villa y Alexis sí que mola.