El tenista serbio acrecienta su idilio con el gigante asiático concatenando por segundo año seguido los torneos de Pekín y Shanghai, y en éste último frena con su mentalidad de hierro al Del Potro más impetuoso de la ATP
Por Carlos Oleagoitia (@oleagoicarlos)
Delpo debería entender que no es suficiente jugar brutal dos partidos seguidos o que no sirve de nada deslumbrar en semifinales si en la final no vas a acabar ganando; por sensaciones, el tenis del tandilense lleva mucho tiempo a la par de los grandes magníficos del tenis actual, pero para toda la clase que atesora el argentino, un US Open ya perdido en la lejanía de 4 años es un paupérrimo rédito para su palmarés, por no hacer sangre con la que le tienen jurada en su país por desmerecer tan de continuo la Copa Davis. Sí, Juan Martín siempre estuvo llamado a ser el ‘quinto hombre’ y hoy en día es muy temido en la ATP hasta por los verdaderos cocos de este deporte, pero no es un rematador. La altura y los latigazos del pupilo de Franco Davin han maravillado este año en Indian Wells o Wimbledon también, pero siempre han sido torneos que cayeron en el zurrón de otro, no en el del actual 5º del ranking. En Shanghai, quien sigue entonado en cualquier choque que se juegue en suelo chino, fue el serbio Djokovic (2º), que cerró, otro año más, dos semanas de ensueño en el centro del comunismo. Todos esperaban otro duelo ante su archienemigo Nadal (1º), pero el manacorí fue fulminado en las semis por el argentino Del Potro (5º), al que le costó despertar en la final pero que se obstinó en regalar un tie break del tercer set como colofón espectacular al penúltimo Masters 1.000 del año.
Los chinos saben reinventarse y si en el tenis no cuenta con un deportista de altura, supieron pulirse este torneo con varios años de ensayo como sede de la antigua Copa de Maestros y desde unos años como miembro de pleno derecho en el segundo escalafón del tenis actual. La semana comenzó con un tifón que causó varios retrasos en la programación de las pistas exteriores que, no obstante, apenas in mutó a los deportistas. La primera ronda deparó los batacazos inesperados de dos galos con dinámicas diferentes esta temporada: por un lado Simon (14º) lleva años lejos de su excelso nivel del 2008 (cuando encadenó grandes partidos en esta misma parte final del año), mientras que Gasquet (10º) está culminando su mejor año pero se despistó en su carrera hacia Londres. En segunda ronda lo más destacado serían los adioses de Isner (13º) o Dolgopolov (34º), aunque el segundo hubo de claudicar ante el enorme número uno actual, don Rafa Nadal (1º).Estas primeras rondas presentaban unas gradas prácticamente vacías pero con la llegada de los grandes tenistas y el avanace de las rondas, la gente comenzó a poblar el graderío y a dar el color que solamente los chinos saben dar, más que nada porque apenas aciertas a comprender si de verás aman el tenis o si animan por animar y porque pasaban por allí.
Sin embargo, iban a ser los octavos de final del cuarto día de competición los que marcarían la primera gran criba y los primeros sorpresones del torneo chino: sin duda alguna, los tres sets que empeló el francés Monfils (42º) en mandar para casa al suizo Federer (7º) fueron lo más llamativo del día, aunque el helvético anda metido en un bucle tan negativo que hasta le llevó a prescindir tras este torneo del gran Paul Annacone, ex entrenador en su día del legendario Pete Sampras. Otro tenista del que se esperaba mucho más en suelo chino pero que lleva varios meses zozobrando en su juego, fue el alicantino Ferrer (4º), que en esta ronda se vió sorprendido por el alemán Mayer (50º) en un ejercicio de impotencia. David tiene en el horizonte el torneo del que es dueño, en Valencia, y mira también con mimo el siguiente Masters 1.000, el de París-Bercy, en el que el año pasado «debutó» entre los grandes títulos. La gran esperanza asiática también emborronó su actuación en dicha ronda, ya que el hecho de que el francés Tsonga (9º) fulminase al japonés Nishikori (18º) con un rosco final resultó casi tan sorprendente como el que el murciano Almagro (16º) eliminase al checo Berdych (6º) teniendo en cuenta los malos rollos anteriores entre ambos. Y la guinda final la daba el helvético Wawrinka (8º) al cargarse al canadiense Raonic (11º), que venía de hacer las dos semanas anteriores en hacer dos finales, ganando en Bangkok a Berdych (6º) y sucumbiendo en Tokyo ante Del Potro (5º).
La actuación española fue la que se esperaba, con los Robredo (19º), Verdasco (32º) o Feliciano (30º) despidiéndose en las primeras rondas, con unos cuartos de Almagro (16º) que nadie esperaba, con el ni fu ni fa de Ferrer (4º) y como casi siempre, siendo Nadal (1º) quien más lejos llegaba. Justamente en cuartos, los dos partidos que más trascendencia tuvieron fueron los choques de los dos grandes dominadores del tenis actual. Que Nadal (1º) y Djokovic (2º) tengan varias marchas de más que los demás tenistas del circuito no quita para que muchas veces alguno se ponga rasposo, suba su nivel y les hagan sudar. Novak se llevó un buen susto cuando Monfils (42º) le birló el primer set en el tie-break demostrando que Federer (7º) igual no estaba tan bajo, pero el inmenso arsenal del balcánico pudo con el parisino en cuartos y con otro galo, un Tsonga (9º) peleón en semis, cuando éste se volvió loco y hacia el final del duelo comenzó a asumir locamente la estrategia de saque-red que sería su perdición. Por su parte, Rafa sudó como un pollo (literalmente dado que la humedad china siempre le hacía tener que cambiar varias veces de camiseta) ante Wawrinka (8º) hasta doblegarlo en el tie-break en el típico partido machacón del mallorquín; pero lo que nadie se esperaba sería que en semis un Del Potro (5º) que empezó resfriado la semana y que los primeros días se salvó por el abandono de Haas (12º), soltase palazo tras palazo para jugar estratosféricamente genial ante el número uno mundial, dejando a Nadal (1º) con la sensación de que pocas veces había recibido tan severa paliza en dos rápidos sets de tan escasa duración.
La gran final, una vez olvidados algunos roces de los tenistas con los jueces de silla y las discutibles apreciaciones de éstos sobre si aquellos podrían llegar o no a bolas dudosas, evocaba el imperioso partido jugado hace un año por Djokovic (2º) ante el escocés Murray (3º), que en aquella ocasión defendía bicampeonato y que tuvo hasta calambres por ambos tenistas. En esta ocasión el serbio tenía en frente a un amigo en Del Potro (5º), ya que por juventud, afinidad y carácter ambos tienen similitudes que los acercan. Los números dictan que en dos horas y media larga de gran lucha el título, quinto del año, sería para ‘Nole’ por 6-1, 3-6 y 7-6 (3), pero en el primer parcial dicha amistad apenas apareció en el serbio, que se colocó en un visto y no visto con un 5-0 a favor con dos breaks de renta que auguraban una deslucida final, pero el tandilense activó a tiempo su larga derecha, de las más temidas y plásticas si su dueño juega metido en pista y con el rival descolocado (pues sabe abrir ángulos con pasmosa facilidad), y al inicio del segundo set apiñó celosamente un break a favor que fue guardadno como oro en paño hasta empatar el partido, a pesar de las múltiples oportunidades de quiebre que el serbio le hizo tener que salvar. Con el físico de ambos ya rasgadito, se vieron los puntos más inverosímiles y los rallys más largos, en un ejercicio de generosidad por ambos y un duelo tan vibrante tuvo el desenlace más ansiado por todos, un tie-break al que el argentino llegó fundido y ya apenas opuso resistencia cuando el serbio le hizo un mini-break con una derecha angulada y abierta tras defender un largo punto con uñas y dientes. Gritaría de rabia el balcánico pues sabía del impacto moral que produce perder en el último tiro un punto que se tuvo ganado en los 19 palazos anteriores.
En agradecimiento al ‘Seven Nation Army’ (2003) de The White Stripes.