Seguramente, cuando cualquier aficionado español de fútbol piensa en Fernando Torres, se acuerda casi sin querer de su histórico gol en Viena en 2008 que nos dio la Eurocopa frente a Alemania y abrió la inolvidable hegemonía de la Selección. O bueno, quizá sería más correcto decir cualquier aficionado español de fútbol que no sea también hincha del Atlético de Madrid porque, en ese caso, la cosa cambia bastante. Es bien sabido por todos que ‘El Niño’ es considerado una de las figuras más importantes de la historia del club por ser la bandera, un ejemplo de orgullo y el máximo representante del sentimiento rojiblanco cuando la situación deportiva no daba motivos para ello.

Sin embargo, la carrera del fuenlabreño ha ido mucho más allá del simbolismo y la importancia de un solo gol. Fernando Torres debutó y marcó su primer gol en el Atlético de Madrid con tan solo 17 años (es ahora mismo el sexto máximo goleador histórico del club con 129 en total) y ganó su único título en su penúltimo partido antes de marcharse definitivamente, la Europa League 2018; fue Balón de Bronce (solo siete jugadores españoles han estado en el pódium de este galardón) y Bota de Plata en 2008 en el Liverpool, en el que también entró dos veces en el mejor once de la Premier, batió varios récords y marcó 81 goles en solo tres temporadas y media; y fue campeón de la Champions y de la FA Cup en 2012, y campeón de la Europa League en 2013 con el Chelsea.


Además de sus éxitos a nivel de clubes y del mencionado gol, fue campeón de todo con España desde las categorías inferiores. Campeón, Bota de Oro y Mejor Jugador de los Europeos Sub-16 y Sub-19 de 2001 y 2002; campeón de las Eurocopas de 2008 y 2012, en las que estuvo en el Equipo del Torneo de ambas, fue Bota de Oro en 2012 y marcó en las dos finales, convirtiéndose en el único jugador de la historia en conseguirlo hasta ahora; y, por supuesto, campeón del mundo en 2010 en Sudáfrica. También fue considerado uno de los mejores jugadores y máximo goleador de las Copas Confederaciones de 2009 y 2013, aunque no llegó a ser campeón en ninguna de ellas. Con todo esto, es hoy en día el tercer máximo goleador de la historia de la Selección absoluta con 38 goles.
Pero sería injusto dejar su trayectoria resumida en estos datos porque Torres siempre fue un jugador de grandes momentos y finales. A los goles en las finales de la Eurocopa (el primero de ellos, por cierto, predicho por Luis Aragonés, seleccionador en aquel momento y su padre futbolístico, minutos antes del partido), hay que sumarles los de la vuelta de semifinales de Champions en 2012 (en el Camp Nou, decisivo para que el Chelsea pasara a la final) y 2014 (ante el Atleti, dejando una de las imágenes de su carrera, aunque luego remontarían los rojiblancos), y los de las finales de la Europa League y la Supercopa de Europa en 2013. Tampoco podemos pasar por alto sus dobletes en el Bernabéu en Copa en su primer partido de vuelta en el Atleti en 2015, en el último partido de la historia del Vicente Calderón y en su despedida como jugador rojiblanco.

Aunque quizá fue su forma de ser con lo que más se ganó el cariño, la admiración y el respeto del mundo del fútbol. Símbolo atlético, lugar del que nunca se quiso ir, que asumió su marcha en favor del bien común y las necesidades del club en aquel momento, y siempre llevó con orgullo el escudo allá donde estuvo; ídolo en Anfield, campeón como Blue… pero sobre todo, ejemplo como persona para todos. A pesar de ser una estrella mundial, su discurso siempre fue de humildad, agradecido con todos los que le habían ayudado en su carrera y aconsejando a los más jóvenes que la educación y el respeto son mucho más importantes que el propio fútbol. Su trato a los aficionados y su espíritu de equipo fueron siempre excepcionales y únicos. Y eso es realmente lo que convierte a un jugador histórico en leyenda.
Todo en la vida tiene un final y hoy Fernando Torres ha anunciado su retirada, pero su legado ya es eterno. Gracias por todo.
