La cómoda victoria ante un blando Guadalajara permite seguir echando cuentas
La crónica de Alejandro Rozada (@alexrozada)
A seis puntos del play-off. No hay más cera que la que arde y no hay mejor resumen para condensar lo que fue el partido del Sporting, un equipo aferrado a los números. Mientras las matemáticas concedan opciones a los hombres de José Ramón Sandoval, no dan por perdida la batalla por el ascenso. Las cuentas siguen alimentando las opciones del conjunto asturiano y esa es la mejor consecuencia que se extrae de la cómoda goleada al Guadalajara, un rival muy blandito. Los alcarreños fueron un sparring, un juguete roto, en manos de un equipo que ya luce una pegada contundente. Lo saben los rivales y ya toman buena nota de ello.
Al contrario de lo que pasó ante el Sabadell, el partido se desequilibró muy pronto del lado rojiblanco. A los tres minutos ya ganaba el Sporting. Nadie la tocó, nadie la buscó, Razak se la tragó y la falta botada por Sangoy se coló hasta el fondo de la portería alcarreña. Octavo gol en la Liga del argentino, un imprescindible del equipo gijonés. Y el extravagante portero siguió con su recital tras un centro de Santi Jara que se comió, pero esta vez se encontró con la ayuda fundamental del palo. El propio Sangoy rozó el gol poco después, pero entonces ya no tuvo la misma fortuna. El Guadalajara, mientras, se intentaba aproximar tímidamente al área del Sporting sin apenas inquietar al Pichu Cuéllar. Fue una primera parte más aburrida que contar flores en el campo. Es más, de no ser por las escasas opciones de ascenso a las que todavía se aferra el sportinguismo, alguno hubiese preferido contar flores antes que contemplar tan tedioso partido.
Bilic y David marcaron en la segunda parte
Con más pinta de portero de discoteca que de portero de fútbol, Razak no terminó su particular recital en el primer tiempo. Lo demostró en cuanto salió a pista y realizó un nuevo cante. Porque en la reentré de la segunda parte se marcó un baile ante Sangoy que casi le cuesta muy caro, de no ser porque el argentino se escoró demasiado. Muy parado, trabado y sin intensidad, el partido era infame. Una comedia sin gracia y una ofensa hacia el noble arte de la siesta. Y entre bostezo y bostezo, caídas y caídas de jugadores del Guadalajara en el área del Sporting, más por la inercia de la gravedad que por otra cosa, transcurrieron los minutos.
Después de su gol y de ser la principal baza sportinguista en ataque, Sangoy salió del terreno de juego y dejó su lugar a Mendy. Y el senegalés la puso, su centro pegó en la mano de Javi Barral, que vio la segunda amarilla y se marchó a la calle. Penalti a favor de un Sporting en superioridad numérica y gol de Bilic. No perdonó el croata que, acto seguido, rozó su segundo de la noche con un remate rabioso que se fue rozando el palo derecho de Razak, un buen hombre que no sabía ni por dónde le llegaban los tiros. Para que el delantero balcánico recibiera la pertinente ovación de la grada, Sandoval lo cambió por David Rodríguez.
La entrada de Mendy aportó frescura y llegada por la izquierda al juego ofensivo del Sporting, que halló una nueva vía de agua por la que hacer daño al Guadalajara. Si a eso se le suman las peligrosas escaramuzas de Jara por la derecha y la opción de tocarla a placer en el medio que ofrecieron los alcarreños, lo extraño es que el Sporting no marcase más goles. Tal es así que David Rodríguez decidió irse con todas las consecuencias hacia la cocina del equipo rival, Razak se interpuso en su camino pero David lo burló como a una estantería, se escoró y marcó a puerta vacía. 3-0. Sin más. Lección de efectividad del Sporting, que si se hubiese aplicado defensivamente en la Nova Creu Alta, a estas horas podría estar dentro de la zona de promoción. Pero, como mientras hay vida hay esperanza, y mientras los números alimenten la fe rojiblanca, a ningún sportinguista le robarán la ilusión de obrar el milagro.